MONSTER de Hirokazu Koreeda
Con Monster, el director japonés Hirokazu Koreeda vuelve a competir por séptima vez por la Palma de Oro que ganó en 2018 con Un asunto de familia. Y en esta ocasión vuelve a Japón tras sus excursiones cinematográficas por Francia con La verdad y por Corea con Broker.
La película arranca con un edificio en llamas. Un incendio que se convertirá en el punto de partida de las tres partes en las que se estructura el guión de Monster. Tres partes, tres puntos de vista y tres focos narrativos diferentes.

En la primera, Saori y Minato, su hijo preadolescente, lo observan desde la terraza de su piso en una pequeña ciudad japonesa. La madre está preocupada porque su hijo ha empezado a comportarse de manera extraña. Cuando descubre que el culpable es un profesor, decide presentarse en el colegio pidiendo explicaciones que no la acaban de convencer. ¿Será pasión de madre o es que los intereses de la escuela pretenden ocultar la realidad? A medida que la película avanza y se cambian los puntos de vista, la verdad se irá revelando entre una capa de mentiras de conveniencia y falsedades egoistas.
Por primera vez desde su ópera prima, Koreeda trabaja a partir de un guión ajeno, escrito por el especialista en series de televisión Yuji Sakamoto. Un guión que a medida que avanza no solo va cambiando de punto de vista. También de foco narrativo. Monster arranca centrada en la lucha de una madre por conocer la razón del extraño comportamiento de su hijo. En su intento por encontrar la verdad entre un bosque de lo que podrían ser mentiras de conveniencia por cubrir una realidad comprometedora.

Posteriormente, la atención se centra en el profesor que parece ser el culpable de los males de Minato. Y es en la parte final, cuando el punto de vista pasa al de sus dos niños protagonistas y el foco se centra en la relación entre ellos dos cuando la verdad se confirme y se acabe de revelar. Y es en esta parte en la que nos encontramos con las señas de identidad características que marcan el cine de Koreeda: humanidad, sensibilidad y excelentes interpretaciones de sus actores infantiles. Y son el saber hacer y el oficio del director nipón los que consiguen darle solidez y consistencia al conjunto.
En estos tiempos de relativismo dominante, Koreeda lo deja claro en este caso. La verdad es una. Aunque sean compatibles tres versiones de los hechos. Tres puntos de vista de la realidad. Pero las discrepancias se deben a la falta de conocimiento, de perspectiva o de contexto y a los prejuicios que arrastramos.
ABOUT DRY GRASSES de Nuri Bilge Ceylan
El ganador de la Palma de Oro de 2014 por Winter Sleep ha presentado una nueva demostración de más de tres horas de puesta en escena prodigiosa, diálogos fastuosos y personajes auténticos.

Su protagonista esta vez es un joven profesor de arte de una escuela de secundaria a punto de terminar su servicio obligatorio de cuatro años en la Anatolia profunda, en el Kurdistán turco. Su objetivo es poder dejar esa zona rural en la que se siente atrapado e ir a Estambul. Un pequeño conflicto con una alumna será el detonante que romperá su complicado equilibrio.
Precisamente desde Winter Sleep la palabra ha tomado una presencia que no era habitual en las películas anteriores del director turco. En títulos anteriores de su filmografía primaban la fuerza de sus imágenes y un tono contemplativo y sugerente. Fue la época de Lejano o Érase una vez en Anatolia.
Pero como ya ocurría en la mencionada ganadora de la Palma de oro y en El peral salvaje, su siguiente película, About Dry Grasses se apoya en largas conversaciones entre dos o tres personajes. Largas conversaciones en las que se pasa de forma fluida y natural de lo banal a lo profundo, de lo íntimo a lo universal, de lo personal a lo político. Conversaciones en las que se retrata de forma crítica las formas de pensar, de actuar y de vivir de sus protagonistas, personajes del mundo intelectual, con ciertos aires de superioridad retratados como personas egocéntricas, faltas de empatía y sin tener muy claro qué hacer con su vida. Personajes que resultan ser tan aborrecibles como comprensibles.

Pero a pesar de la fuerza de esos diálogos, el aspecto visual de About Dry Grasses es apabullante. Bilge Ceilan conserva su capacidad de generar imágenes fascinantes sin caer en el esteticismo. En el cine actual nadie sabe llenar el plano como el director turco. About Dry Grasses es visualmente arrebatadora. Pero su planificación, la composición de sus imágenes, su montaje están al servicio de la historia de sus personajes y de sus ideas. Sus imágenes son muy bellas, pero también realistas. Desde la grandiosidad y frialdad de los paisajes nevados del invierno de Anatolia, realzada con unos insertos de imágenes fijas que funcionan como fotografías del ser humano frente a la inmensidad del entorno, a la calidez acogedora de los interiores en los que tienen lugar esas largas conversaciones, las revelaciones que sustentan el film.
THE ZONE OF INTEREST de Jonathan Glazer
Casi diez años después de haber presentado Under the Skin, su película anterior, en el Festival de Venecia, se ha estrenado en la competición por la Palma de Oro esta adaptación de la novela homónima de Martin Amis. Curiosamente el autor británico falleció el mismo día del estreno mundial del film en la Croisette.
The Zone of Interest empieza con una alegre escena de picnic familiar al borde del río en un día luminoso. Brillantemente luminoso. En unos minutos la acción se traslada a la casa familiar. Una típica casa de una clase burguesa acomodada perfectamente decorada, con su servicio doméstico y su jardín. El paraíso en la tierra. Sin embargo, hay algo que incomoda. Se escucha un extraño sonido de fondo. Un zumbido continuo. Pronto Glazer mostrará su origen. Pronto al fondo de un plano del jardín de la casa veremos una torre de vigilancia. De esas que tantas veces hemos visto en el cine sobre el Holocausto judío en la segunda guerra mundial. Estamos al lado del campo de exterminio de Auschwitz y la familia es la del máximo responsable del mismo Rudolf Höss. El infierno al lado del paraíso.

Pero Glazer decide no mostrarnos las imágenes del campo de concentración, ni lo que ocurría allí. Dejarlo fuera de campo. El sonido, ese zumbido continuo será suficiente para que no olvidemos dónde estamos y lo que ocurre al otro lado de los muros. A estas alturas los espectadores somos plenamente conscientes de lo que sucedía allí. Y pone el foco en la familia, en su día a día, su rutina, sus visitas, su falta de valores, sus ambiciones profesionales… Sus celebraciones familiares, los juegos infantiles o el cuidado del jardín y de la huerta. Un costumbrismo tan macabro, como perturbador.
El acercamiento de Glazer a la obra de Amis es extremadamente frío. Evita el uso de los subrayados melodramáticos. Su luz es gélida, quirúrgica, plana. Su planificación y su composición tan desconcertantes como efectivas. Las cámaras se mantienen distantes e inalterables ante lo que ocurre ante ellas. No importa que el motivo a captar quede descentrado, al borde del plano o incluso fuera de él. Como si se tratara de unas cámaras de seguridad o que alguien hubiera dejado grabando en cualquier lugar. Sus imágenes parecen robadas. Sus escenas momentos atrapados de la realidad. Pero Glazer no solo pretende denunciar lo que ocurría allí a principios de los años 40. En un momento sorprendente, perturbador y brillantemente resuelto interpela también al espectador que en un cine en la actualidad esté viendo el film. The Zone of Interest es una poderosa denuncia del holocausto judío, pero también de ciertas actitudes actuales hacia ese pasado.
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