La documentalista Alice Diop (NOSOTROS, 2020) no ha podido debutar mejor en la ficción. Ganó el Gran Premio del Jurado en el último Festival de Venecia con este absorbente drama judicial sobre maternidades y relaciones maternofiliales. También obtuvo el galardón a mejor ópera prima en dicho certamen. Premio que ha repetido en los César entregados hace escasas semanas.
Diop y sus coguionistas Amrita David y Marie Ndiaye se han basado en las transcripciones de un juicio que obsesionó a la realizadora: el de Fabienne Kabou, una inmigrante senegalesa acusada de haber matado a su hija de apenas un año abandonándola dormida en la playa mientras subía la marea. Diop se sintió tan conmovida que al final del juicio había decidido hacer una película.

En el film, el alter-ego de Diop es Rama (Kayine Kagame), una profesora y escritora parisina que se traslada a la ciudad costera de Saint-Omer, cerca de Calais, para seguir un impactante juicio. Sus editores esperan un reportaje literario sobre el caso de Laurence Coly (Guslagie Malanda), acusada de haber asesinado a su hija como lo hizo Kabou. Coly aduce que actuó inducida por un conjuro.
Durante el juicio la acusada desgrana impasible, con una serenidad electrificante, una infancia solitaria en Senegal, la emigración a Francia y su relación con el padre de su hija. E insiste en ser víctima de la magia negra. Un relato que asombra y enerva a jueza y fiscal, representantes de la Francia laica. Durante las absorbentes sesiones del juicio afloran cuestiones de raza, clase y sexo, el choque cultural, la identidad. Diop nos convierte en muchos momentos en jueces interrogadores a la par que nos obliga a interrogarnos.

El testimonio de Coly y de los testigos afectan sobre manera a Rama. Su familia procede de Senegal como Coly, ambas mujeres han estudiado, viven en parejas interraciales y están distanciadas de su madre. Embarazada, Rama ve aflorar sus fantasmas sobre la maternidad y su complicada relación con su madre. Con una realización sólida, en el que se sostienen por igual los diferentes planos, destaca la actuación de las casi novatas Kagame y sobre todo Malanda. Su interpretación de una Coly impávida, fría casi hasta el final, provoca que no podamos retirar la mirada de ella.
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