Teníamos ya ganas de sumergirnos en las propuestas asiáticas de esta edición del Festival de Sitges y hoy les hemos dedicado la jornada, a las que además eran dos de las películas que esperábamos con más ganas. Y no sólo han satisfecho nuestras esperanzas, sino que todavía han superado las expectativas.
BELLE
Aunque en Sitges ya habíamos podido ver películas anteriores de Mamoru Hosoda como Wolf Children (2012), El niño y la bestia (2015) o Mirai (2018) esta será la primera edición en la que nos visitará presencialmente, y estamos impacientes por hablar con él, en las sesiones que compartirá con público y prensa, sobra la maravilla que nos ha presentado hoy: Belle.

En Belle, nos presenta a Suzu, una chica tímida y con pocos amigos que no ha superado la muerte de su madre cuando intentaba salvar a otra persona. Pero en las redes sociales su vida es muy diferente. Allí es Belle, una prodigiosa cantante seguida y admirada por miles. Pero en este mundo virtual donde se siente libre y amada como no se siente en la vida real, aparece una Bestia terrorífica y enigmática. Mientras intenta sacar el entramado de quién es y cuáles son las intenciones de esta presencia, en la vida real Suzu conocerá a dos hermanos que podrían ayudarla a entender la herida no cerrada de la pérdida de su madre.

Con esta historia de partida, Belle podría verse como una reinterpretación del clásico de La Bella y la Bestia, pero va mucho más allá e introduce elementos adicionales que la hacen mucho más interesante y rica. Hosoda pone también el foco en el mundo de las redes sociales, al que no trata como un demonio oscuro sino como una realidad paralela tan llena de peligros como de posibilidades, y se adentra en cómo muchas personas disocian su personalidad real de la que tienen en las redes, en cómo se puede llegar a tener una vida física y una virtual totalmente distintas de cara a los demás y a nosotros mismos. Y sobre todo habla también con gran delicadeza de la pérdida y la soledad, de la superación de los propios temores y límites, de la solidaridad en un mundo cada vez más egocéntrico y de los lazos afectivos.
Todo ello presentado con una grandiosa belleza visual y una preciosa banda sonora compuesta por Yûta Bandoh (Los niños del mar), Ludvig Forssell (videojuegos Metal Gear Solid) y Taisei Iwasak que hacen que la historia resulte trepidante y emotiva a la vez. Una joya de la que estamos ansiosos por hablar con su director en breve.
CLIFF WALKERS
El otro gran nombre asiático del día era Zhang Yimou, el realizador chino que este año nos ha presentado dos propuestas seguidas, One Second y esta Cliff Walkers en la que nos traslada a los años 30, y a la misión que deben llevar a cabo cuatro agentes del partido comunista chino que han sido entrenados por la Unión Soviética.

Con la mayor parte de los planos protagonizados por una incesante nieve, Yimou nos vuelve a entregar una historia en la que el aspecto visual resulta vital y fascinante gracias al trabajo de fotografía de Zhao Xiaoding. Entre estos paraje nevados y las escenas rodadas dentro de un tren, el director despliega una trama de espionaje, traiciones y motivaciones políticas y personales de los personajes, que aunque puede resultar confusa a ratos de su largo metraje (poco más de 2 horas) mantiene la tensión del espectador de forma efectiva.

Un thriller que sabe balancear la acción, el lado más personal de sus personajes y una puesta en escena dura y preciosa que vuelven a poner en evidencia a la maestria cinematográfica de Zhang Yimou.
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