Continuamos con nombres propios en esta edición. La espectacular Jessica Chastain, con su interpretación en “The eyes of Tammy Faye”; la crudeza de la eutanasia de la mano de François Ozón en “Tout se est bien passé” y por último, la juventud, pero también la vida, en global, de la mano de Jonás Trueba.
“The eyes of Tammy Faye”, las mil caras de Jessica Chastain
Una visión íntima del extraordinario ascenso, caída y redención de la telepredicadora evangelista Tammy Faye Bakker. En los años 70 y 80, Tammy Faye y su marido, Jim Bakker, pusieron de pie prácticamente de la nada la mayor red de cadenas religiosas del mundo, así como un parque temático, y gozaron de una inmensa popularidad gracias a los sus mensajes de amor, aceptación y prosperidad. Tammy Faye era legendaria por las pestañas inquebrantables, la original forma de cantar y la generosidad a la hora de acoger a personas de todo tipo. Pero no pasó mucho tiempo antes de que las irregularidades financieras, las rivalidades e intrigas y los escándalos derribaran un imperio construido con gran meticulosidad.

Jessica Chastain es la reina en la nueva película de Michael Showalter, “The eyes of Tammy Faye”, última cinta en sumarse a la disputa por la codiciada Concha de Oro. Y con este papel seguro que la actriz norteamericana también entra en todas las quinielas para conseguir el Oscar en la ceremonia del año que viene con su papel de una de las telepredicadoras más famosas de la historia del suyo país por el escándalo en el que se vio envuelta cuando el fisco descubrió que se gastaba el dinero de los feligreses.
Estados Unidos, ese país donde los listos pueden hacerse de oro gracias a la buena voluntad o la poca inteligencia de quienes quieren creer en algo sin reflexionar en quien creen. Un film cargado de risas irónicas, sin intentar salvar al personaje, ni absolverle de sus lujosos pecados, con un tramo final algo irregular donde deja claro que la culpa no es sólo de los que se aprovechan sino también de los que dejan que se aprovechen de ellos.
“Tout s’est bien passé”, el derecho a la muerte
A sus 85 años, el padre de Emmanuèle es hospitalizado tras un accidente cerebrovascular. Cuando se despierta, debilitado y dependiente, este hombre, curioso por naturaleza y amante apasionado de la vida, pide a su hija que le ayude a morir.

Adaptación de la obra autobiográfica de la ya desaparecida Emmanuele Berheim, la novelista explicaba la enfermedad que sufrió su padre y la voluntad de que le dejaran o ayudaran a morir con dignidad y evitar el sufrimiento que sufría.
El director francés François Ozón, uno de los habituales de Donostia, se acompaña de un reparto femenino de altura. Sophie Marceau lleva el peso del filme pero a su lado, y con mayor o menor presencia se encuentran, Geraldine Pailhas, Charlotte Rampling y Hanna Schygulla y todas ellas acompañan el viaje definitivo del personaje interpretado por André Dussolier. No quiere ceder al sentimentalismo, y por eso, también una costumbre suya, Ozon recurre a cierto humor negro añadiendo, para romper un poco el intimismo de la situación, una subtrama de ecos homosexuales y conflictos hereditarios.
“Quién lo impide”, la juventud, la vida
“Quién lo impide” es un llamamiento a transformar la percepción que tenemos sobre la adolescencia y la juventud; la de aquellos que nacieron a principios del siglo XXI y acaban de hacerse mayores; los que ahora parecen culpables de todo a la vez que ven mermadas las esperanzas.

No es un documental, ni una ficción, incluye improvisaciones pactadas no se esconden, y son los mismos chicos que deciden qué se rodará y cómo, con el mismo Trueba llevando la cámara y otra persona, a veces alguno de los chicos, hace de microfonista.
Los jóvenes adolescentes se muestran tal y como son pero como rara vez los vemos o nos dejan verlos: aprovechando la cámara de cine para mostrar lo mejor de sí mismos y devolvernos la confianza en el futuro; desde la fragilidad y la emoción, con humor, inteligencia, convicciones e ideas. Porque la juventud que habla de amor, amistad, política o educación no habla sólo de lo suyo, sino de lo que importa siempre, a cualquier edad.
La película del pequeño de los Trueba, Jonás, pequeño que suma ya 40 años, es un ejercicio cinematográfico muy libre: ha sido rodada durante cinco años siguiendo el día a día de un grupo de chicos desde que tienen 15 años hasta que pasan de los 20; la cinta, que dura unas tres horas y media, se proyecta dividida en tres partes y no todos los planos están limpios ni enfocados.
“Quién lo impide” es una película sobre nosotros: sobre lo que fuimos, lo que somos y lo que seguiremos siendo.
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