En el ecuador de esta inusualmente breve Berlinale – tenemos cinco días para ver la selección– llegó la película que me ha robado el corazón y quizás me haya hecho perder la sesera. Tras presentar sus anteriores largometrajes en Cannes, la francesa Céline Sciamma ha estrenado su quinta cinta en Berlin, y me atrevo a decir que será una de las películas del año.
‘Petite Mamam’
Después de incursionar en el cine con actrices adultas en ‘Retrato de una mujer en llamas’ (2019), Céline Sciamma regresa a terreno conocido: a dirigir menores, en este caso niñas para indagar sobre la perdida y la necesidad de comprender en la infancia.

Sciamma nos hace retornar a nuestros 8 años siguiendo a Nelly (Joséphine Sanz). La niña acaba de perder a su abuela sin poder despedirla como quisiera. De la residencia de mayores, Nelly y sus padres van por última vez a casa de la abuela para vaciarla. La madre sin poder afrontar la perdida deja a Nelly y a su pareja solos. Mientras Nelly busca comprender el abandono de su madre encuentra la cabaña de infancia de ésta. A sus pies, conoce a Marion (Gabrielle Sanz, claramente hermana gemela de la actriz protagonista). Con ella Nelly se adentrará en un mundo de juegos compartidos y de fantasía que servirá a la pequeña para acercarse a su madre y decir adiós a su abuela.
Con un guión bien construido y la maravillosa cinematografía de la siempre impecable Claire Mathon, Céline nos ofrece un cuento de apenas 70 minutos que debería ser recompensado y que hará las delicias del público. Es mi Oso de Oro.
‘Forest – I See You Everywhere’
El húngaro Bence Fliegauf se dió a conocer en 2003 cuando su primer largo ‘Forest’ que se alzó con el premio a mejor primer film de aquella Berlinale. Con su séptimo largometraje, regresa al certamen alemán que siempre le ha sido muy propicio. Y lo hace con una especie de secuela de aquel primer título.

Como aquel es un largometraje coral compuesto por siete pequeñas historias alrededor de la necesidad de comprender al otro. Desde una adolescente que culpa a su padre de la muerte de su madre, a un hombre enfermo obsesionado por una posible relación entre su hijo y su joven esposa, pasando por un hombre mayor y su joven compañera intentando concebir. Los celos, la hipocresía religiosa y el cinismo sobre la medicina alternativa son los ejes de las otras historias.
Son historias y personajes retorcidos, oscuros, retratados en su mayoría en interiores con planos muy cortos, asfixiantes o largos, cámara en mano. Historias donde nada es lo que parece.
‘What Do We See When We Look at the Sky?’
Como Sciamma, el georgiano Alexandre Koberidze abre su segundo largometraje con niños – aquí escolares a la puerta del colegio. Aunque no son los protagonistas. Como si quisiera contarnos que durante los 150 minutos nos va a regalar un cuento, una fábula.

Los verdaderos protagonistas son Lisa, una estudiante de farmacia y Giorgi, un jugador de futbol que se encuentran una y otra vez ante esa puerta. Hasta que deciden tener una verdadera cita al día siguiente. Pero los elementos de la calle – nos dice una voz en off- avisan a la joven de que le han echado el mal de ojo y que ella y el joven se levantarán cambiados. Físicamente y sin poder ejercer sus oficios. La principiante Ani Karseladze y el reconocido Giorgi Bochorishvili dan vida a esta pareja condenada a encontrarse sin reconocerse. Son además los que llevan el peso de una cinta que orbita entre las películas románticas francesas, el cine mudo o el documental sobre la afición a los mundiales de futbol en una pequeña comunidad georgiana. Una mezcla que sin embargo nos deja con una sonrisa en los labios.
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