I WANT MY MTV

Que hoy en día todo artista sepa que la imagen y los vídeos son imprescindibles para vender música y entradas de conciertos no quiere decir que esto siempre haya sido así.

No hace tantos años, cuando un grupo de soñadores tuvo la idea de crear un canal de televisión dedicado a la emisión de videoclips musicales, estaban iniciando una revolución. La suya era una ocurrencia extraña a la que muchos directivos de televisión dieron la espalda. Pero el tiempo terminó dándoles la razón, la MTV se convirtió en todo un icono y gracias a su existencia, se crearon clips musicales que ya son todo un hito cultural para la historia

I want my MTV“, ganadora del premio al mejor documental en el American Film Festival Wroclaw, explica todo aquel proceso, desde la materialización de la idea de un canal musical en la tele, hasta su desvirtualización con el paso del tiemps.

Dirigida por Tyler MeasomPatrick Waldrop, “I want my MTV” condensa en menos de hora y media un buen puñado de temas y reflexiones interesantes mientras narra la historia del mítico canal. De forma ágil y con una narrativa bien hilada, nos proporciona una buena dosis de paseo nostálgico por videoclips memorables y artistas que dieron el salto a la fama audiovisual de su mano.

I want my MTV

Pero también se toma su tiempo para hacernos entender hasta qué punto la idea de un canal dedicado 24h a emitir videoclips era rompedora, cómo eran los jóvenes directivos que lo hicieron realidad, cómo los clips musicales cambiaron el paradigma del éxito en el mundo de la música, cómo potenció la creatividad y lanzó al éxito a los artistas que supieron aprovecharse. Y también en su lado oscuro, cómo contribuyeron a cosificar a las artistas femeninas o cómo la mancha del racismo puso en duda su línea editorial. Y al final incluso concluye explicando cómo lo que nació de forma innovadora también encontró su hora de morir con la llegada de otra revolución: la de Internet, Youtube o las redes sociales

Un documental interesante, bien conducido, con apariciones estelares (David Bowie, Michael Jackson, Madonna, Sting, A-HA, Cindy Lauper y muchos más), para darse un buen paseo por el camino de los recuerdos y aprender unas cuantas cosas en el proceso. Imprescindible para los amantes de la música y de la cultura audiovisual.

MATTHIAS ET MAXIME

El último film de Xavier Dolan era uno de los platos fuertes de esta edición de la Americana, como probaba la larga cola para entrar en la Sala 1 de los cines Girona. En “Matthias et Maxime“, escrita, dirigida y protagonizada por él mismo, nos presenta a Matthias (Gabriel D’Almeida Freitas) y a Max (Xavier Dolan), dos chicos de un grupo de amigos muy unidos. Un día, durante una fiesta, la hermana de uno de los del grupo, les pide ayuda para filmar un cortometraje que debe presentar en la universidad donde estudia. En la escena, los dos tendrán que darse un beso. Una actuación a la que se prestan con muchas reticencias, pero que luego no les dejará indiferentes. Un beso que será el inicio de replanteamientos sobre la relación entre ellos, la relación con los demás y el camino que cada uno quiere emprender en la vida.

Quizás a estas alturas hace de mal confesar que este era el primer film de Dolan que he visto, después de haberme perdido las anteriores películas que le han convertido en los últimos años en un nombre que no deja de sonar en festivales de todo el mundo. Debo añadir pues, que me ha sorprendido bastante gratamente, aunque me haya dejado la duda de si precisamente era porque era mi primer Dolan. Y es que me han recalcado los más versados en Dolanismo que esta “Matthias et Maxime” supone un ejercicio de contención frente a la explosividad emocional de la que el canadiense ha hecho gala en sus películas más célebres, y también una reiteración de tics que ya le son recurso habitual.

En cualquier caso, aquí explora con grandes dosis de ternura, naturalidad y vitalidad todo el juego de consecuencias en las relaciones humanas, de un suceso que de hecho ni siquiera vemos en pantalla. Una historia de planteamiento sencillo, casi infantil si se quiere, pero de complejidad emocional, sobre dos chicos que en la treintena aún no tienen claro qué y quiénes son o quieren ser. Unas reflexiones que Dolan sabe plasmar en una manera de rodar y unos planes muy personales, navegando entre la distensión de las imágenes grupales y la explosión capturada en planos muy cerrados.

Ahora tocará recuperar la filmografía de Dolan para colocar esta “Matthias et Maxime” en su justa medida de su trayectoria y formarse una opinión propia entre los que lo consideran un prodigio y los que lo consideran un bluff.

MICKEY AND THE BEAR

La última película por hoy ha sido el debut como directora de largometraje de la actriz Annabelle Attanasio. “Mickey and the bear” pasó con bastante éxito por varios festivales de Estados Unidos el año pasado, sobretodo el South By SouthWest.

Una película que sobre el papel podría parecer una historia sencilla, pero que Attanasio consigue llevar con una exquisita sensibilidad y sorprendente madurez narrativa por tratarse de una ópera prima.

Mickey and the bear

La Mickey del título (Camila Morrone) es una chica que está terminando el instituto, empieza a soñar con poder ir a la universidad y tiene las primeras relaciones con chicos. Pero el centro de su vida es su padre, Hank (James Badge Dale), un ex-marine que sufre adiciones raíz de un síndrome de estrés post-traumático después de haber sido destinado en Irak. La relación entre ambos se debate entre los momentos de complicidad y los violentos reproches, y los lleva a una situación en que Mickey debe asumir un papel que no le correspondería por su edad y que amenaza con truncar todo su futuro.

Mickey and the bear

Mickey and the bear” venía presentada con la etiqueta de “coming of age”, una historia sobre el paso a la edad adulta, pero hemos encontrado en ella mucho más. Apoyándose en las espléndidas interpretaciones de Camila Morrone y James Badge Dale, el gran logro de Attanasio es el tono equilibrado y honesto con que ha sabido explicar la historia del film. En la vida de Mickey no hay soluciones mágicas, asistentes sociales o maestros que le vayan a resolver la vida ni curas milagrosas para el mal que sufre son padre y sus consecuencias. Y desde este acercamiento, navegando hábilmente por los claroscuros de los personajes y sus relaciones, consigue que nada le quede forzado ni antinatural, pero tampoco derrumbándose en un drama desesperado. Algo a lo que también contribuyen la fotografía de Conor Murphy y un diseño de producción en el que los colores, la luz y los espacios abiertos se convierten en subrayados de la presión que debe soportar Mickey, en una existencia en la que pocas cosas brillan pero en la que se resiste a dejar de tener esperanza.

A veces la realidad es la que es, y la única salida es gritar y correr porque en la vida los finales felices no caen del cielo. Y Attanasio lo ha sabido explicar de forma que nos apuntamos su nombre como directora a seguir.

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