El género de los zombis se resiste a morir. Cada vez que parece que las historias sobre los no muertos están más que agotadas, aparece alguna nueva obra que lo reaviva, como hemos tenido muestras en el último Festival de Sitges, sin ir más lejos. Y últimamente parece que es la comedia, o las tramas que de hecho usan los zombis como elemento decorativo para hablar de otras cosas, la que más energía ha insuflado al género.
En esta tendencia de tomarse los zombies menos en serio de lo que lo hicieron las historias magnas de su oclusión (La noche de los muertos vivientes, 1968, El regreso de los muertos vivientes, 1978) o en su resurgimiento con el cambio de siglo (28 días después, 2002), pareció marcar un hito “Bienvenidos a Zombieland” de Ruben Fleischer.
Ahora, 10 años más tarde, Fleischer y su equipo de guionistas intentan revalidar el éxito, retomando la historia con los mismos personajes.

Columbus (Jesse Eisenberg), Wichita (Emma Stone), Tallahassee (Woody Harrelson) y Little Rock (Abigail Breslin) han formado una especie de familia con una vida establecida en la que han aprendido a sobrevivir y convivir en un mundo lleno de zombis. Pero para Columbus y Wichita su relación está cayendo en la rutina, y Little Rock empieza a sentirse ahogada por el comportamiento paternalista de Tallahassee. Así que un día la chica decide abandonar a su hermana y amigos e ir a explorar mundo acompañada del hippie Berkley (Avan Jogia). Pero el resto no están dispuestos a perderla y menos ahora que han descubierto que los zombis están evolucionando y son más peligrosos que nunca. Decididos a encontrarla, se pondrán en marcha y en su camino conocerán nuevos supervivientes al apocalípsis, como la cándida Madison (Zoey Deutch) o la dura Nevada (Rosario Dawson).
“Zombieland mata y remata” busca repetir el éxito de la predecesora “Bienvenidos a Zombieland” pero sabiendo que con hacer de nuevo exactamente lo mismo quizás no conseguiría el éxito. Por ello reincide en las cartas ganadoras (la bravuconería de Woody Harrelson, los recursos visuales para ilustrar las normas del nuevo mundo, la ruptura de la cuarta pared por parte del personaje de Jesse Eisenberg, la alocada acción o la aparición estelar de Bill Murray interpretándose a sí mismo) y a la vez busca aportar más calado al aspecto familiar y a la crítica socio-política.

Pero al final, lo que más funciona en “Zombieland mata y remata” es precisamente lo que hizo triunfar a la primera y lo que la lastra más son los nuevos elementos. Allí donde el cuarteto protagonista, con una gran química y una buena capacidad para autopariodiarse a sí mismos (especialmente una Emma Stone que en estos 10 años ha pasado de joven promesa a ganadora del Oscar) tira del carro, los nuevos personajes y las nuevas subtramas más bien frenan los grandes momentos de la película.
Con todo, en conjunto el mundo de Zombieland sigue siendo un parque temático de la acción gamberra, los chistes ocurrentes y las imágenes impactantes, capaz de mantener suficiente frescura una década después.
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