Aunque la tendencia actual de rejuvenecer los actores a veces nos cause temor debemos aceptar su existencia, ya que como todo avance tecnológico puede ser utilizado tanto para bien como mal. Como ha sucedido en numerosas ocasiones a lo largo de la historia del cine, usada inteligentemente una nueva técnica fílmica puede abrir la puerta a otra manera de contar historias y de conmover a la audiencia.
Por eso cuando la imaginamos usada por Scorsese en “The Irishman” o por Ang Lee en “Géminis” respiramos aliviados porque son dos maestros del séptimo arte que entienden perfectamente el medio y saben que la narración es lo esencial y la tecnología, un complemento necesario. Esta afirmación es corroborada por el hecho de que en Géminis esta poderosa herramienta visual no ha sido usada para recrear en pantalla Will Smith de “El príncipe de Bel-Air” sino para crear un personaje que estéticamente se parece a Smith de joven, pero liberado del bagaje que la audiencia tenía con el actor entonces.
Por si este reto no fuera suficiente, el director Ang Lee se pone otro. Como ya hizo en Billy Lynn, rodó “Géminis” en 120 fotogramas por segundo (lo habitual es 24). Esto crea una sensación vertiginosa de realidad, acentuada por el 3D, que hace que cuando hay un primer plano de un actor es como si tuviéramos la cara de un gigante delante. El director quiere llevar su cine, desde los inicios caracterizado por su habilidad de involucrar a la audiencia en la historia, un paso más allá haciendo que el público viva una inmersión literal, tan real como la vida. Lamentablemente en muy pocos cines se puede visionar el film tal como lo concibió Lee. Sin embargo, a 24 fps también es espectacular. La acción está muy bien ejecutada demostrando, una vez más, que a Ang Lee no hay ningún género que le quede grande. Complementariamente, la selección de localizaciones de rodaje es muy acertada. Para compensar el artificio que rodea la película se ha decidido filmar las secuencias principales en lugares emblemáticos de todo el mundo que la conectan con el mundo real.

Otra de las claves que hace que este complejo artefacto funcione es la interpretación de Will Smith. A menudo se ha acusado al actor de Filadelfia de no arriesgar a la hora de elegir proyectos y de cuidar en exceso su imagen pública relacionándolo con su vinculación con la cienciología. Y si bien esto es cierto, también lo es que no hay ningún otro actor por encima de los 50 que se haya adaptado tan bien a la era digital revitalizando su figura para una nueva generación a través de su canal de Youtube y de su participación en “Aladdín” y en “Espías con disfraz”. Esta re imaginación propia también viene acompañada de una introspección ideal para un papel como el suyo en “Géminis”. Smith apuesta por una estética crepuscular para un personaje arquetípico de un veterano que se quiere jubilar pero no lo dejan. Típico sí, pero la verosimilitud del actor nos conmueve. Además, el arco del personaje nos permite realizar la siguiente sugerente lectura: el proceso que vive el protagonista es un símil como Hollywood explota las habilidades de los actores, especialmente los afroamericanos, mientras son jóvenes y luego los abandona y los reemplaza.
Hay un elemento de la producción, sin embargo, que impide que Géminis alcance la excelencia: su flojo guion. Surgió como una idea de Darren Lemke a mediados de los años 90 y ha sufrido múltiples reescrituras desde entonces a cargo, entre otros, de Andrew Niccol (“Gattaca”), Billy Ray y David Benioff (“Juego de Tronos”). Esto ha provocado que la historia haya perdido todo rastro de personalidad e intencionalidad.
En conclusión, “Géminis” es una superproducción muy efectiva, con toque de autor y liderada por un gran actor, muy cómodo en su papel. La cinta nos maravilla en las secuencias de acción y en algunos momentos dramáticos punzantes, pero pierde nuestro interés en las escenas de diálogos por culpa de su falta de gracia y originalidad.
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