Mundo postapocalíptico, un poder injusto, una sociedad dividida en extremos de clase, un grupo de jóvenes sublevándose contra el status quo a menudo liderados por una chica, un grupo de adultos con oscuros intereses y la traslación a la pantalla de una saga literaria. Son rasgos que ya se han vuelto comunes en el cine pero que no son garantía de éxito. Allí donde “Los juegos del hambre” triunfaron muchas otras se han estrellado, desde “Divergente” a “Cazadores de sombras” o “La quinta ola”. Ahora se suma “Mortal engines” para confirmar que tal vez la fórmula no da más de sí.
Dirigida por Christian Rivers en el que es su primer largometraje, pero avalada en el guión y la producción por Peter Jackson y Philippa Boyens, “Mortal Engines” es la adaptación al cine del libro “Máquinas mortales” de Philip Reeve. El inicio de una saga que sigue con “El oro del depredador”, “Inventos infernales” y “Una llanura tenebrosa”, que está por ver si se podrán ver en el cine visto el escaso éxito de esta primera.
Mortal Engines nos traslada a un mundo donde las antiguas ciudades se han convertido en máquinas rodantes que circulan por desiertos de un planeta devastado por la Guerra de los Sesenta Minutos. Algunas de las más grandes, como Londres, se han convertido en auténticas depredadoras que se dedican a capturar pequeñas poblaciones para asegurar su propia subsistencia. Tom (Robert Sheehan) es uno de los chicos que viven en la poderosa Londres de donde no ha salido nunca. Hester (Hera Hilmar) una enigmática chica que malvive en una de las pequeñas máquinas que serán engullidas por la poderosa urbe. Mientras vamos conociendo sus respectivas historias, los dos acabarán uniendo fuerzas para luchar contra los oscuros intereses del ingeniero jefe de la antigua capital británica, Thaddeus Valentine (Hugo Weaving).
El punto de partida de la historia tiene su interés. Ver las grandes ciudades que todos conocemos convertidas en enormes cacharros rodantes, con sus monumentos simbólicos y sus elementos típicos concentrados en unos pocos metros cuadrados por donde la población vive en una realidad distópica. Pero eso sorprende los primeros 5 minutos de película y ni se aprovecha ni se profundiza en ello.
Lo que sigue es una trama sin gas, alma ni interés del ya desgastado enfrentamiento entre jóvenes rebeldes y cúpulas de poder en un mundo postapocalíptico. Rodada con buenas dosis de acción y efectos especiales, a Mortal Engines le falta lo primordial, una historia que interese a los espectadores y unos protagonistas carismáticos. Se pierde en un desierto de faltas de contexto, flashbacks aburridos y a destiempo, decisiones absurdas y ningún sentido de épica. Eso sí, todo amenizado al ritmo de la música de Junkie XL al que debieron contratar para intentar contagiar aquí los aires de su anterior partitura, la de Mad Max: Fury Road. No lo consigue.
Lo que queda al final es la sensación de que Mortal Engines es como una de sus máquinas rodantes, un pastiche hecho de piezas de otras cosas que, incapaz de adquirir entidad propia con su desaprovechado punto de partida, no hace más que evidenciar el desgaste de una fórmula tal vez ya agotada y con poco más que decir. ¿Pasamos por fin a la ciencia ficción para adultos?
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