El 9 de septiembre de 1999 tuve la suerte de vivir uno de los mejores momentos de mi vida. Andaba Broadway abajo hacia el downtown neoyorquino cuando, de repente, me topé con un escenario, calles cortadas y un montón de gente que confluía desde todos los lados. El vendedor de carretes de fotos (entonces todavía hacíamos fotos con película de sales de plata) me dijo que toda aquella movida era porque una vez al año todos los teatros de Broadway salen a la calle y tenía la suerte de vivir aquel día. Disfruté del regalo con deleite y, al finalizar el espectáculo, fue a parar a la estantería de los recuerdos imborrables que te acompañan siempre. Y como una fragancia que hace tiempo que no has olido, la noche de este 8 de julio me ha llevado de nuevo el aroma musical de aquella tarde de verano.
Cuatro divas de Broadway y del West End londinense habían aterrizado en Barcelona para cantar juntas por primera vez: Victoria Hamilton-Barritt (West Side Story, In The Heights), Madalena Alberto (Evita, Los Miserables), Rachel Tucker (Wicked, We Will Rock You) i Marisha Wallace (Dreamgirls, Aladdin). “Es un concierto inédito, no se ha hecho nunca“, profesaba el director del Festival Jardins de Pedralbes, Martín Pérez.
Bajo la batuta de Miquel Tejada y la luz de una luna casi llena, la “lección de inteligencia y respeto” que había anunciado Pérez se desplegaba con el lirismo de Madalena Alberto en el papel de Evita de Andrew Lloyd Webber . La potencia vocal llegó al tercer tema cuando, desde el patio de sillas de plástico, Marish Wallace se descubría como la Funny Girl que sabe que nunca va a llover sobre su desfile. Con el tema Shadowland de El rey león terminó de meterse, nada más comenzar, el público en el bolsillo. Victoria Hamilton-Barritt irrumpió como la Mimi de Rent, para deleitarnos a continuación con una versión muy particular del Summertime que George Gershwin compuso para Porgy and Bess. La irlandesa Rachel Tucker también entró con fuerza en el encuentro de divas. No le faltó el entusiasmo de Freddy Mercury para brindarnos un fragmento del musical We will rock you pero de voz, sí. La garganta le jugó una mala pasada y no pudo terminar el concierto como ella hubiera querido. Con las manos en el cuello y gesto de disculpa, susurró “I am sick, I am so sorry” y el público de pie agradeció que lo hubiera dado todo en el escenario.
Hasta aquí, nadie duda que es un espectáculo de nota, pero no de excelente ni mucho menos de Matrícula. A diferencia de la Nit de Musicals, que año tras año llena el Teatre Grec de Barcelona, nadie se esforzó en establecer ningún nexo narrativo entre canciones. El concierto parecía más bien un escaparate de lucimiento de cada una de las divas, un combate de potencia de voz con escasos números corales para poder disfrutar de voces hilvanadas y la polifonía tan característica de los musicales. Tampoco la acústica no hacía ningún favor al conjunto del espectáculo, con los decibelios por las nubes y un sonido demasiado a menudo saturado que resultaba molesto.
Quizás aquel no era el lugar ni el festival para cuatro voces de tal magnitud, tal vez el recogimiento y la cálida madera de un Auditori o de un Liceu les habría hecho más justicia. Habrá más ocasiones para disfrutar y quizás no se dirá que ha sido la primera vez, pero sí ha sido mejor.
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