Ayer Barcelona vivió el estreno de la nueva tanda de representaciones de “Serlo o no, para terminar con la cuestión judía”, un texto ideado por Jean-Claude Grumberg y traducido por Mauro Armiño que dirige Josep Maria Flotats, quien ya lleva más de una década familiarizado con la obra.
“Serlo o no” nos traslada al rellano de escalera de un bloque de pisos de París. Allí coinciden, ocasionalmente al principio y buscadamente más tarde, dos vecinos (Josep Maria Flotats y Arnau Puig). Su relación cambia el día que el más joven le pregunta directamente al otro sin rodeos: “¿Es usted judío?” Desde ese momento, sus conversaciones comenzarán a girar en torno a las creencias y convicciones de cada uno, en una serie de divertidas exposiciones que sobre la base de las vicisitudes del judaísmo exponen una serie de temas que van desde la definición personal, elección de la propia religión y su práctica, los circuitos de información, la ética, la moral, el juicio de los otros, los conflictos territoriales en la zona de Israel y Palestinos o el nazismo.
Despojado de cualquier artificio escénico, el escenario que sólo contiene una barandilla de escalera, un banquete y las tablas de madera del rellano, traslada toda la importancia de la obra a las palabras. Y las palabras toman la forma de diálogos mordaces e irónicos, entre la socarronería del judío y la motivada ignorancia de su vecino (instruido por una esposa que no llegamos a ver, que a su vez se informa a través de la herramienta que todo lo sabe: Internet).
Así, a base de diálogos y nada más, avanza ligera ésta continúa construcción y deconstrucción de tópicos ya sean sobre los judíos o sobre el bobalicón hombre común que da forma a su frágil personalidad a través de la influencia de los demás.
Estructurada en diez fragmentos separados por un fundido a negro amenizado con música de acordeón, la obra trascurre de forma muy ágil y sin pausa en medio. Pero de repente para el útimo acto se reserva un monólogo a cargo de Josep Maria Flotats encarnando al autor de la obra, que saltándose la separación con el público sentado en la escalerilla al extremo del escenario, expone el fragmento más emotivo y distanciado del tono de lo visto hasta entonces, aunque le aporta contexto.
Es entonces cuando el veterano actor ofrece una clase magistral en 15 minutos sobre cómo convertir el cuerpo y la voz en sentimiento, mutando en alter ego de Jean-Claude Grumberg para exponer una historia real que enmudece la platea y pone el espejo ante lo expuesto hasta entonces. Comedia y drama completan así un círculo que permite mirar desde diferentes perspectivas.
En medio de la función de estreno de “Serlo o no” y ante las repetidas referencias al término, una chica muy joven sentada detrás de mí le preguntaba a su amiga “¿Pero eso del holocausto qué es?” Así que aparte de la vigencia de muchos de los temas a los que se puede aplicar la obra, parece que su texto central contiene también la necesidad de seguir poniendo de manifiesto un pasado no tan lejano que corre el peligro de ser olvidado por las nuevas generaciones. Y si viene presentado en forma de divertida ironía de las que calan adentro mientras entretienen, aún mejor.
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