Aunque la inauguración oficial será esta noche a cargo de la big band catalana La Locomotora Negra, ayer los Jardines de Pedralbes abrían ya las puertas de esta edición para recibir uno de sus grandes nombres: el norteamericano Rufus Wainwright.
Han pasado unos años desde que lo vimos en el parque del fórum dando la bienvenida al atardecer con sus canciones más pop y acompañado de una banda. En este intervalo le ha dado tiempo de publicar trabajos más melódicos, grabar una ópera o musicar poemas de Shakespeare. Así que el Rufus Wainwright que subía solo ayer al sobrio escenario de los Jardines de Pedralbes, llevaba en la manga una gran variedad de estilos con los que componer el setlist. Pero sobre todo su voz, dedos para pasearse armoniosamente sobre el piano y un buen puñado de anécdotas que compartir con el público.
El concierto empezaba remontándose a sus discos de 2001, “Poses” y el de 2003, “Want One” con dos de los primeros éxitos de su carrera, “Grey Gardens” y “Vibrate“. Entre una y otra tuvo una pausa para retirar un atril, preocupado por si alguien no lo podía ver bien, y también para hacer la ineludible referencia a Donald Trump al comentar que las luces que iluminan la fachada del palacio le daban un aspecto que le recordaba la Casa Blanca, lo que le daba miedo.
Sin arrugarse ni un pelo, pero, compartió su apretada agenda que le llevará a París para estrenar la ópera Prima Donna y abordaba el piano “Les feux d’artifice t’appellent“.
El paso de las teclas a la guitarra marcaba un salto en el tiempo que le llevaba a aquella “Out of the game” que abría su último disco de estudio homónimo del 2012, el más bailable, grabado cuando estrenaba paternidad. El single, siempre infalible, protagonizaría uno de los momentos más vibrantes de la noche, seguido del recuerdo divertido de cuando algunos medios italianos le puesto el mote de “Lo Scandaloso” por haber interpretado en el festival de San Remo el controvertido tema que seguiría: “Gay Messiah“.
Y de las notas más vibrantes a las más emotivas. De vuelta al piano, el tramo central del concierto el protagonizarían “The art teacher“, una de sus adaptaciones de los sonetos de Shakespeare con “A woman’s face” y la sentida versión del tema “I’m going in” de la desaparecida Lhasa de Sela.
Si bien en esta ocasión Wainwright había prescindido de la banda, tenía un invitado esperando en el backstage, el guitarra catalán Pau Figueres. Con él se hizo acompañar en el tema dedicado a “Barcelona” que suele rescatar cuando nos visita.
Con sentimientos contradictorios hacia sus progenitores, les dedicó “Beauty Mark” a ella y “Dinner at eight” a él. Justo antes de presentar un nuevo tema sobre el mito de la Espada de Damocles (en el que ve referencias a la situación de la América actual), y de poner la piel de gallina con un “Candles” a capella.
Encarando ya el tramo final, se transportaba de nuevo a uno de sus hits de los inicios, “Cigarettes and chocolate milk“, que después de una brevísima ausencia del escenario nos llevaría hasta el bis conformado por la melancólica “Going to a town“, la versión del “Hallelujah” de Cohen y “Poses“.
Una mezcla de clasicismo y experimentación, piano y guitarra, voz impecable en las canciones y improvisadas interpelaciones a la audiencia, pero sobre todo un concierto muy íntimo y personal el que pudimos ver ayer para dar el pistoletazo de salida un año más a uno de los grandes festivales de Barcelona.
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