Scarlett es la hija del gobernador Dragna, máximo líder de la isla de Trisda. Tras muchos años mandando cartas al Mito de la Isla de Caraval, ahora por fin ella y su hermana tendrán la oportunidad de salir de su isla natal y escapar de las garras de su temible padre.
Stephanie Garber presenta su primera novela y lo hace por todo lo alto con Caraval: una historia con toques de tierras antiguas, un poco de steampunk y unas tramas y personajes llenos de blockbuster literario adolescente.
Nos encontramos en Trisda, una isla que pertenece al Imperio Meridiano. Allí vive Scarlett Dragna con su hermana Tella y su padre, el temible, mafioso y maltratador gobernante de la isla. En este mundo fantástico existe otra isla llamada Caraval, donde un hombre que se hace llamar Mito organiza un juego anual que permite al ganador conseguir un deseo. Scarlett lleva muchos años enviando cartas al Mito para permitirle asistir y así poder conseguir escapar de Trisda junto a su hermana. Pero después de tanto tiempo, ha perdido la esperanza y lo único que espera es poder casarse para partir. Y justo cuando su vida parece tener un orden y un propósito, llega una carta del Mito.
La premisa, en tanto que puede llegar a ser llamativa y atractiva, se queda en eso, una mera base que no evoluciona ni va mucho más allá. La isla y la fiesta de Caraval se plantean como un juego mágico e incluso psicológico que traspasa cualquier frontera de lo real e imaginable, y que puede incluso llevar a alguien hacia la muerte; algo que verdaderamente llama la atención de cualquier espectador.
Pero ahora, por un momento, imaginen que Harry Potter se pasara todo el primer libro preocupándose de qué pensará Ginny, de si sus miradas indican amor y de si sus abrazos son tiernos como unos bollos recién salidos del horno. Molesto, cuanto menos. Algo que no interesa y no preocupa más que a la escritora y, se entiende, a unos editores en busca de dinero fácil y una nueva Katniss/Bella/Tris. Y gracias a eso nos quedamos con muchísimas ganas de saber más pero sin confianza para pedirle a la autora que siga escribiendo.
Y es que está claro que, si leemos algo tan visiblemente escrito para ser un superventas, no podemos pedir que la calidad prevalezca por encima del salseo literario. Pero creo que, personalmente, no hay nada que me dé más rabia que estar leyendo una historia con tanto potencial, planteada en un mundo totalmente distinto y con una protagonista que durante el primer acto tiene tanto que aportar, y que finalmente se convierta en casi una comedia romántica con toques de telenovela (y mientras tanto, por detrás, vaya transcurriendo la historia que realmente interesa).
Caraval no será, ni mucho menos, el best-seller que pretende ser ni, por supuesto, una obra cumbre de este año. Eso sí, es una lectura rápida y entretenida que quizás consigue hacerse un hueco en la cartelera, en caso de una positiva hipotética secuela.
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