Kong: La Isla Calavera
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En 1973, un grupo de exploradores de la organización Monarch, con la ayuda de un pelotón militar, se adentran en la misteriosa Isla Calavera. Sin saberlo, estarán descubriendo el reino del simio gigante Kong.

41 años antes de los eventos de Godzilla, la organización Monarch busca a uno de los primeros monstruos que reinaron la tierra. El monstruo en cuestión es el archiconocido simio gigante Kong. Pero, en esta ocasión, no buscan presentarlo a la sociedad ni encontrar la octava maravilla del mundo sino, simplemente, verlo. Como bien informa el título, la película transcurre tan solo en Skull Island porque, teniendo en cuenta el tamaño del nuevo Kong, la famosa escena del Empire State dejaría bastante que desear, ya que sería un simple abrazo.

Ante todo, Kong: Skull Island es una película entretenida. Una simple presentación y reinvención del personaje que nada tiene que ver con sus predecesoras y que lo único que busca es hacer entender al público que en el mundo hay más monstruos del tamaño de Godzilla y que Kong está preparado para enfrentarse a él. Sutiles.

Fuego, ametralladoras y muchos rugidos es lo que caracteriza este film repleto de clichés e intentos de humor muy incómodos que lo hacen parecer una parodia de sí mismo. Estos dos elementos no ayudan a la hora de intentar conectar con unos personajes sin ningún tipo de trasfondo, personalidad definida ni justificación en sus actos. Algo que, por mucho que se esfuercen Tom Hiddleston y Brie Larson, no pueden arreglar.

Kong: La isla calavera

El diseño de los monstruos, incluido el que da título a la película, es algo remarcable, eso sí. Aunque en algunos casos son simples versiones gigantes de animales que conocemos, otros están bien imaginados y, en cualquier caso, todos funcionan perfectamente como elementos argumentales escénicos. De igual manera, los paisajes y la fotografía la ponen al nivel de las anteriores películas, pero solo en esos aspectos.

Pero hay una cosa bastante imperdonable de Kong: Skull Island y es la simplificación que hacen de un personaje que tantas metáforas y filosofías ha planteado. Tan sencillo es el título como el argumento, pues simplemente se basa en unos exploradores que buscan a Kong en Skull Island, sin tener en cuenta nada de lo planteado durante años en referencia al que, en principio, tendría que ser el protagonista pasivo. No se le da ningún tipo de profundidad ni emoción, solo una repetición de lo que pasaba en Godzilla pero con Kong: primero creen que es malo, pero después resulta que les quiere proteger.

En resumen, Kong: Skull Island es una peliculita que se deja ver por su ritmo un tanto frenético, pero que no satisfará ni a los amantes del cine ni a los admiradores del personaje. Es un nuevo producto de fast-food para introducir un universo cinematográfico más que nadie ha pedido. Para cuando saquen la próxima de la saga en 2019 ya nadie se acordará de Kong ni el llamado MonsterVerse.

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