Cada cierto tiempo sienta bien leerse una novela que sólo pretende hacernos pasar un buen rato. Entre lecturas más complicadas, más densas o que pidan mayor implicación emocional, colar una novela sencilla, divertida, casual, una lectura fácil, acaba resultando un alivio. Gilles Legardinier es un experto en esta materia, un autor muy conocido y vendido en Francia que empieza a llegar nuestro país con su literatura fresca y moderna, hija de su tiempo y que no pretende perdurar demasiado.
En “Com gat i gos”, Marie ha sufrido el enésimo fracaso sentimental y se ha dicho que es suficiente. Ya no quiere ser más la chica buena que confía ciegamente en los hombres y en el amor. Está cansada y decide pasar a la acción… sin saber demasiado cómo. Impulsivamente, empieza a actuar como nunca se habría imaginado: lleva la contraria a su jefe, se pone a favor de los empleados de su empresa y se acaba convirtiendo en la heroína de una empresa donde todo el mundo trabaja con la cabeza bajada. Y, está claro, también vuelve el amor, camuflado bajo la figura de un admirador secreto que le envía unas notas anónimas y que intenta conquistar su corazón herido.
Legardinier se pone en la piel de una mujer un poco desquiciada, que creía en el amor romántico y en los hombres pero que, después de un fracaso sentimental, busca iniciar una vida independiente. Este cambio personal va a acabar impactando en su vida profesional pues Marie va a comenzar a liberarse de las ataduras que la jerarquía y la sociedad acaban generando. Legardinier al principio nos presenta a Marie como una persona muy encorsetada, que sigue todas las convenciones sociales y que no es feliz ni libre. A medida que la historia avanza, Marie crece como personaje, se libera de muchas de las ataduras, aunque algunas otras siguen ahí, sobre todo en lo que respecta a la concepción del amor, el punto más polémico del libro. Sin embargo, teniendo en cuenta el tono desenfadado del autor, el hecho de que el personaje se acerque mucho a Bridget Jones en lo que se refiere a su concepción de las relaciones amorosas no es tanto un demérito como una caricatura.
Gilles Legardinier tiene un estilo fresco, lleno de descripciones breves, muchos diálogos y acción que encadena una situación absurda tras otra. Los capítulos breves permiten su lectura en cualquier lugar, desde la tranquilidad de casa al bullicio de un metro atestado de gente. De la lectura de sus páginas, dudo que vayan a surgir carcajadas pero sí que más de una sonrisa cómplice.
Sin importar el género, “Com gat i gos” es una lectura satisfactoria. Todo el mundo puede verse reconocido en algunas de las actitudes de los personajes y es fácil dejarse llevar por las aventuras vodevilescas que el autor propone. Estamos, en definitiva, ante un juego, una escenificación caricaturesca de muchas de las reglas que rigen nuestra sociedad. Un divertimento sencillo para una gris tarde otoñal.
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