Con ‘La llegada (Arrival)” el canadiense Denis Villeneuve se confirma como un todoterreno del cine actual, esta vez en la ciencia ficción con alienígenas. El estadounidense Derek Cianfrance se pasa al melodrama académico con “Luz entre los océanos” y ni él, ni el reparto encabezado por Michael Fassbender y Alicia Vikander están a la altura de anteriores trabajos suyos. El veterano Wim Wenders, pone imágenes y 3D a una obra teatral de Peter Handke en ‘Los bellos días de Aranjuez’.
Tras pasar por la competición del Festival de San Sebastián en 2013 con ‘Enemy’ y por la de Cannes en 2015 con ‘Sicario’ y mientras esperamos el resultado de ‘Blade Runner 2’, el canadiense Denis Villeneuve debuta en la competición de Venecia con ‘La llegada (Arrival)’, adaptación de la historia corta ‘Story of Your Life’ de Ted Chiang.
En esta ocasión se pasa a la ciencia ficción y cuenta la misteriosa llegada de 12 naves extraterrestres a la tierra y los intentos de un equipo de élite militar complementado por una lingüista (Amy Adams) y un científico matemático (Jeremy Renner) de comunicarse con la nave que aparece en Montana.
Con un pulso narrativo firme, con una hábil mezcla de espectacularidad e intimismo (vienen a la memoria Malick, Nolan y el ‘Contact’ de Zemeckis), Villeneuve consigue un film de ciencia ficción que habla de nosotros mismos. Hay explosiones y momentos de tensión espectaculares, pero también plantea interesantes dilemas en las formas de comportamiento de sus protagonistas.
‘La llegada (Arrival)’ funciona en dos niveles: uno épico y otro íntimo. Por un lado, está el seguimiento entre las distintas formas de gestionar la presencia de los alienígenas en los países a los que llegan, resuelto de forma sintética a base de montajes de distintos programas de noticias. Y también la tensión que surge en el campamento de Montana entre militares, el científico y la lingüista por los distintos enfoques con los que se enfrentan a la llegada de la nave. Por otro, la evolución del personaje interpretado por Amy Adams y su forma de entender el mundo y su vida a medida que va avanzando en el conocimiento de los alienígenas.
La estructura narrativa de la película gira en torno a una ‘falsa trampa’ que a la vez es perfectamente coherente con lo que cuenta la película. Forma y fondo se complementan. El fondo justifica la forma y la forma es consecuente con el fondo.
En el año 2010, el director y guionista norteamericano Derek Cianfrance saltó a la fama con ‘Blue Valentine’, una notable película protagonizada por Ryan Gosling y Michelle Williams, que logró una nominación a los Oscar a la mejor actriz por su interpretación. Dos años más tarde, fue el turno de ‘Cruce de caminos’ en la que repitió con Ryan Gosling y en la que Eva Mendes, Bradley Cooper y Ray Liotta completaban el reparto. Y para ‘La luz entre los océanos’, adaptación del megabest-seller de M. L. Stedman, ha contado con la pareja del momento, Michael Fassbender y Alicia Vikander, con su Oscar por ‘La chica danesa’ aún calentito, a los que acompaña en un importante papel secundario Rachel Weisz.
Fassbender interpreta a un superviviente de los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial que intenta expurgar su sentimiento de culpa recluyéndose en la soledad de un faro remoto de Australia occidental. Allí conocerá a una mujer joven, Vikander, de la que se acabará enamorando.
La película arranca como un melodrama académico sin complejos: una pareja ideal con los sentimientos a flor de piel que pasa del paraíso a casi el infierno, un trauma a superar, atardeceres y amaneceres de postal, localizaciones espectaculares, secuencias musicales de estética publicitaria en las que la enfática banda sonora de Desplat pasa a primer plano…
Es en su segunda parte en la que aflora un drama moral oscuro e intenso, sobre el sentimiento de culpa, su expurgación y la forma de superarlo que desgraciadamente se queda a medio camino y no consigue imponerse a los elementos del melodrama lacrimógeno del material de partida. Los sentimientos pueden con la reflexión. El planteamiento de Cianfrance es honesto, en ningún momento engaña al espectador, pero hay momentos en los que el melodrama se le va de las manos y es por ahí por donde la película hace aguas.
El veterano director alemán, Wim Wenders, vuelve a competir por quinta vez en el festival veneciano donde ganó el León de Oro en 1982 por ‘El estado de las cosas’, con ‘Los hermosos días de Aranjuez’, adaptación de la obra teatral de Peter Handke, guionista de algunas de las grandes películas del director.
‘Los hermosos días de Aranjuez’ gira en torno a una conversación entre un hombre y una mujer un día de verano en el jardín de una villa desde el que a lo lejos se adivinan las torres de París.
La película arranca con unas imágenes de algunos de los lugares más conocidos de la capital parisina absolutamente desiertos mientras suena ‘Perfect Day’ de Lou Reed. Y de allí salta a la villa mencionada en la que un escritor imagina a Soledad (Sophie Semin) recordando viejos amores, sus experiencias sexuales y su vida, mientras su acompañante (Reda Kateb) la interroga, le repregunta y la retroalimenta.
Wenders se limita a rodar esta conversación de forma elegante y sin estridencias, nuevamente en 3D. Pero su puesta en imágenes añade poco al texto en el que se basa. Wenders introduce al espectador en la intimidad de esa pareja, pero éste no pasa de ser un testigo distante de lo que se dicen el uno al otro.
Solamente en algunos momentos nos aparta de la conversación y su cámara vuelve al escritor que imagina / crea / lucha con el texto que escucha el espectador o introduce unos ‘descansos’ musicales como la aparición de Nick Cave tocando ‘Into My Arms’ al piano.
Hacer Comentario