Como diría alguna sacerdotisa de Juego de Tronos, la oscuridad alberga horrores. Todos hemos apagado la luz alguna vez sintiéndonos nerviosos, y un ruido inesperado o la sensación de que no estamos solos en una habitación sin luz nos ha puesto la piel de gallina. El director David Sandberg explotó estos miedos tan comunes en un cortometraje que hizo fortuna por la red, “Lights Out”, y que ahora sirve de base para un nuevo filme de terror que llega a las carteleras.
En “Nunca apagues la luz“, la versión alargada de aquel cortometraje, Martin (Gabriel Bateman) es un niño que vive solo en casa con su madre Sofía (Maria Bello), no demasiado estable mentalmente. La situación va cada vez peor, cuando el pequeño observa que su madre tiene largas conversaciones con una tal Diana que sólo ella ve y cosas aterradoras comienzan a pasar en la oscuridad de la casa. Cuando todo se vuelve insostenible recorrerá a su hermana mayor, Rebecca (Teresa Palmer), que años atrás ya se fugó del hogar familiar tras experimentar una situación similar. Acompañada de su novio del momento, Bret (Alexander DiPersia), la joven luchará para proteger su hermano y descubrir qué está pasando realmente.
Algunas leyes no escritas del cine de terror:
1. Un buen cortometraje no garantiza un buen largometraje. Bueno, esto sirve para el género de terror y cualquiera. En 2013 el corto de David Sandberg, “Lights out” comenzó a correr por la red con gran éxito. Con dos minutos y medio tenía suficiente para crear una pequeña historia angustiosa que juega con un elemento muy primario que nos identifica a todos, el miedo a la oscuridad. No necesitaba ni diálogos ni nada más que una actriz, un pasillo y una habitación para dejarnos inquietos.
Pero el paso del corto al largometraje implica añadir más personajes, crear diálogos, idear una historia y un contexto. Y aquí empiezan los problemas. Lo que resultaba interesante de “Lights out” ya estaba en corto. Lo que se le añade con el guión de Eric Heisserer para alargar su duración hasta 84 minutos resulta inconsistente cuando no directamente ridículo. Una trama que quiere justificar lo que pasa con un trasfondo que no se aguanta, diálogos prescindibles y personajes que actúan de forma incomprensible.
2. Compensa tu presupuesto. A pesar del bombo que se le ha dado a que el filme cuente con la producción de James Wan, podemos suponer que el presupuesto tampoco daba para muchas filigranas. Pero si te lo gastas todo en un nombre de cierto reconocimiento, aquí Maria Bello, y unas pocas escenas para generar algún susto, lo que te queda sólo te da para un reparto de muy bajo nivel y varios planos trampa.
El personaje de Bello al menos tiene cierta complejidad por sus problemas mentales (aunque también resulta bastante insufrible). Pero los que “mal” interpretan Teresa Palmer, Alexander DiPersia y Gabriel Bateman entran en la galería de aquellos caracteres que deseas que el monstruo de la oscuridad se lleve cuanto antes para ahorrarnos minutos de sus actuaciones.
En la realización, sí, algún susto efectivo pero muchos otros momentos de manual, previsibles y resueltos de forma justita que acaban resultando repetitivos y no sacan todo el jugo que podrían al elemento del miedo a la oscuridad. Y a estas alturas ya sabemos todos que con creatividad y buena mano se puede hacer pasar miedo sin grandes inversiones de dinero.
3. Si un filme de terror provoca más risa que miedo, mala señal. Y eso es lo que ocurrió en el pase donde pudimos ver la película. La idea de fondo de “Lights out” inquieta, porque te puedes sentir identificado con ella. Pero si después de apagar la luz y ver una silueta que te inquieta, alguien abre la boca para soltar perlas como “Mamá, tenemos una muerta en casa“, el momentum se va a pique. Y esto ocurre continuamente en el filme, yendo cada vez a peor. De acuerdo, los textos de los filmes de terror no son obras para el Pulitzer ni buscan grandes profundidades, y a menudo unas gotas de humor bien colocadas ayudan a conducir las emociones del espectador. Pero al menos deberían intentar no ir en contra de la tensión que quiere generar la historia. Y aquí, palabras y reacciones de los personajes acaban provocando un festival de risas.
Una auténtica lástima porque el material de partida habría dado para mucho más.
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