Nacida en Granollers en el año 1986, empezó estudiando Ilustración, pero un giro vital la llevó directamente a la India y después a Nueva York, donde vivió durante tres años. Es allí donde descubre su pasión por el teatro musical y donde empieza a estudiar la historia del género de forma autodidacta. A su regreso a Barcelona, sigue cursos de creación de textos teatrales de la mano de Pablo Ley en la escuela Eòlia. En el año 2012 inicia Estudios Superiores de Arte Dramático, especialidad en Dirección y Dramaturgia en la ESAD Eòlia. “Grinder: el Musical” es su debut en la escena profesional.
Grinder, el Musical es tu debut en la escena profesional. ¿Cómo definirías #estasensación?
Todo ha sido muy surrealista. Recibir el feedback energético, en vivo y en directo, de una sala llena con 300 espectadores que escuchan por primer vez unas palabras que hasta ese momento sólo vivían en tu cabeza es, bueno, inolvidable, terrorífico, excitante y probablemente muy adictivo.
¿Cómo fue el proceso creativo de la obra?
El director, Davo Marín, ya tenía una idea global muy precisa de los personajes, el tema y el tipo de energía que quería generar, así que el proceso empezó por asociar esos personajes a los diferentes temas que queríamos tocar, y estructurar un esbozo del argumento. A partir de aquí fueron surgiendo las escenas y simultáneamente Álex Marteen iba trabajando en la composición de los temas musicales. Una vez llegado el libretto y las canciones a la sala de ensayo, Davo las ajustó e integró con el resto de lenguajes escénicos hasta materializar su visión del espectáculo.
¿A quién se dirige Grinder, el Musical? ¿Qué has querido transmitir con este texto?
Se dirige a cualquier ser que haya sentido un deseo sexual alguna vez; sea cual sea su identidad de género, orientación o sexo. Aunque trata una variedad de temas respecto a la comunicación instantánea, la homofobia interna, el discurso de género, los roles y etiquetas dentro de la comunidad, o incluso el declive de la ortografía, la intención principal del texto es generar preguntas en el espectador respecto a sus propios prejuicios hacia el sexo y la liberación del deseo.
El lenguaje de la obra es totalmente irreverente, las cosas se dicen por su nombre. ¿Tuviste que vencer algún tipo de autocensura?
Yo no diría autocensura, ya que soy partidaria en mi vida personal de llamar las cosas por su nombre, pero sí que es muy fácil caer en el falso pretexto de que “ciertas cosas no se pueden decir en un teatro”. Error! El lenguaje es poder y en un mundo en el que no nos escandaliza la violencia explícita, dice mucho de nosotros que ciertas palabras nos lleguen a incomodar. Desde el inicio, Davo fue marcando las pautas del idiolecto para que fuera lo más cercano posible al lenguaje real que se utiliza en la aplicación.
¿Quienes son tus referentes profesionales?
Pablo Ley, Jordi Prat i Coll, Marc Rosich, Victòria Szpunberg, Helena Tornero… Todos mis profesores de la ESAD Eòlia son profesionales de primer nivel, y me considero muy afortunada de haber podido echar un vistazo a su proceso creativo. Por otro lado, intento beber de todas las fuentes posibles, y por lo tanto me inspiro de todo lo que me remueve, como Lin Manuel Miranda, James Lapine, Stephen Sondheim…
¿Tienes algún proyecto entre manos? ¿De qué te gustaría escribir?
Tengo ganas de seguir escribiendo sobre sexualidad y género, pero desde una perspectiva femenina esta vez (para compensar el exceso de testosterona de Grinder), y también me interesa mucho la violencia fruto del prejuicio, como eje temático. La relación causa-efecto que hace que, por ejemplo, un niño sea agredido por sus compañeros por ser “diferente” es un misterio atroz e inexplicable para mí, y creo que no se habrá hablado lo suficiente del tema hasta que deje de ocurrir.
En twitter te defines como “dramaturga y mujer gato”. ¿Hay que ser un poco gato para poder escribir?
Es una moneda de dos caras: Por un lado creo que el escritor tiene que apreciar su propia soledad, y ser alguien con la capacidad de mezclarse entre la multitud para observarla sin ser detectado. Por otro lado, el teatro es un mundo colaborativo y social por naturaleza, y es ahí donde las personas gato podemos llegar a sentirnos, irónicamente, como pez fuera del agua.
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