La noche del 6 de febrero la Academia de Cine celebraba la 30ª edición de la Gala de los Premios Goya y para celebrarlo no se les ocurrió nada más que obsequiar a público y telespectadores con una gala aburrida, tediosa, con poca gracia, aunque por suerte se les colaron algunos improvisados momentos de emoción.

La cosa ya empezó mal con ese tradicional número musical que cada año pasa sin pena ni gloria. La idea de poner a varios actores y actrices del celuloide que ni cantan ni bailan a defender un tema que cada año intenta homenajear lo más glorioso del cine español no funciona. Y lo peor es que parece que nadie se da cuenta, porque el año que viene seguro que lo repiten. Este año los más dantescos fueron Manuel Bandera y Bibiana Fernández cantando “Las cosas del querer”, un dúo que amenizaría de forma más digna el programa de María Teresa Campos que no la gala de los Goya.

Y tras el esforzado número musical, se empezaron a entregar premios a discreción. Ni una línea de guión para los afortunados que entregaban el premio -a excepción de la morcilla que se marcó Elvira Lindo haciendo referencia a Isabel Preysler- y escasos segundos para que los premiados pronunciaran sus agradecimientos, aspecto que analizaré más adelante. Entre premio y premio, algún breve monólogo sin mucha gracia de Dani Rovira, luego una actuación de Serrat -a quien nadie presentó ni despidió- con un sonido lamentable y para terminar un homenaje a Buñuel metido con calzador.

Darin Goya

¡Ah! Y no nos olvidemos del tradicional discurso del Presidente de la Academia, cargo que este año ocupa Antonio Resines, quien está claro que no destaca ni como cantante de rap ni como buen orador. Un año más, el tradicional lloriqueo de la piratería. Lo siento pero no… el cine español no es víctima de la piratería, sino de la falta de buenas películas, que es otra cosa.

De todo lo visto, lo más cutre de la noche fue la forma en que se cortaban los discursos de los premiados. Vergonzoso. Ya lo dijo Darín, que no compartía el criterio. Alguien se propuso encorsetar la gala a fin de no sobrepasar las 3 horas de duración… y lo consiguió a base de dejar con la palabra en la boca a los galardonados, quienes se supone que son los protagonistas de la noche… Menuda falta de respeto, la cual no quedó oculta tras esas subidas de música, esos micrófonos silenciados y esa realización penosa que no fue capaz de esconder lo más vergonzoso de la gala. Sin duda el corte más vergonzoso fue el de Jesús Navarro -productor de Sueños de Sal, ganadora del Goya a la mejor película documental- justo cuando desde su breve púlpito y en horario de máxima audiencia dio el protagonismo a Cáritas.

En cuanto al Palmarés, este año ha sido repartido, sin que haya habido una gran triunfadora. Los académicos han escogido el cine de emociones y miradas de Cesc Gay frente a las propuestas de León de Aranoa, de Coixet o de la prometedora Paula Ortiz. De A cambio de nada poco digo, puesto que aún estoy intentando entender como ha conseguido esta película colarse entre las nominadas a la mejor película…

Daniel Guzman

Ricardo Darín es un justo merecedor como mejor actor protagonista, aunque también lo hubiera sido Pedro Casablanch. En cuanto a la mejor actriz protagonista, cualquier ganadora hubiera sido aplaudida, pero tiene mérito que Natalia de Molina haya sido capaz de imponerse ante el oficio de Juliette Binoche, el buen hacer de Inma Cuesta o ante la implicación emocional de Penélope Cruz.

El mejor actor de reparto para Javier Cámara tampoco fue un premio cantado. Tim Robbins hace un gran trabajo en Un día perfecto y Felipe García Vélez es lo mejor de la insulsa A cambio de nada. Pero aceptamos barco. Y la mejor actriz de reparto para una espectacular Luisa Gavasa. En este caso aceptamos barco e incluso lo compramos.

Más discutido el mejor actor revelación. Parece que la inexperiencia pesa mucho en esta categoría. Miguel Herrán es Miguel Herrán en A cambio de nada. Y poca cosa más. Por mucho que nos obsequiara con uno de los momentos más emocionantes de la noche, su interpretación en ningún caso está a la altura de sus compañeros de nominación ¡Qué lástima que Manuel Burque se fuera con las manos vacías tras el regalo interpretativo que nos ofrece en Requisitos para ser una persona normal! Respecto a la nominación de Fernando Colomo… ¿acaso era una broma? Otra de las cosas que no termino de entender.

En cuanto a la mejor actriz revelación, Irene Escolar, recién llegada de un bolo teatral en Zaragoza, nos arrebató el momentazo emotivo que hubiera sido premiar a Antonia Guzmán, la abuela de Daniel Guzmán convertida en inusual protagonista de eventos por su nieto.

Irene Escolar

También fue una lástima que Leticia Dolera no se llevara el premio a la mejor dirección novel, tras ser capaz de airear la cartelera con una película fresca y sencilla. En su lugar, se recompensó a Daniel Guzmán por A cambio de nada, una película a la que le faltan varias vueltas a pesar de que Guzmán se ha pasado 10 años trabajando en ella…

Otro comentado premio fue el Goya de honor a Mariano Ozores. Nadie duda de su trayectoria, de su casi centenar de películas, de su amor al cine. Aunque también es indiscutible que su contribución empañó al cine español con la etiqueta de “españolada”. El año pasado fue Antonio Banderas y este año Mariano Ozores… ¿Alguien me puede explicar cuál es el criterio?

Finalmente, tras estos y otros repartos llegaron los tambores de Buñuel. Será que este año Semana Santa cae pronto… O será que a falta de ideas siempre queda bien rendir homenajes que son ya indiscutibles. Y con ello, el fin de una gala que será más olvidada que recordada…

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