Poco podía imaginarlo, el por entonces embajador francés, que se toparía con aquella joya. Jean-Yves Berthault ayudaba a una amiga a vaciar un piso antigua cuando encontró, por casualidad y en el interior de un estuche de cuero, una colección de cartas de amor y de pasión escritas a mano, y casi cien años atrás, por una pluma a la vez elegante y asombrosamente explícita. Las firmaba Simone, una parisina de clase alta entregada en cuerpo y alma a una relación prohibida con Charles, una hombre casado y más joven que ella. Berthault compró las cartas a su amiga, convencido de que tenía en sus manos un documento extraordinario.

Fue usted mismo quién encontró las cartas de Simone. ¿Qué pensó de ellas después de leerlas por primera vez?

Inmediatamente comprendí que se trataba de un extraordinario conjunto de documentos, y pensé que merecía ser publicado. Pero este sentimiento no se pudo confirmar hasta después de pasar muchos meses para restaurar una cronología y entender que, más allá del estilo y de la propuesta tan sorprendente, era una historia real caracterizada por cierta “intriga”.

Las cartas se envían a finales años veinte del siglo pasado. Esto quiere decir que, muy probablemente, haya encara algún descendente directo vivo de Simone o de Charles que pueda llegar a identificar los protagonistas de la historia. ¿Confía que esto pase o no es una cuestión que le preocupe demasiado?

Llevé a cabo una investigación complicada para aclarar este aspecto y para informarme yo mismo. Resultó que “Simone” no se casó y no tuvo hijos. No he sido capaz de establecer la identidad de “Charles”, más allá de su nombre. La cuestión por lo tanto no es pertinente; no obstante, he querido preservar el anonimato de la heroína, y cambié nombres de personas y de lugares.

El contenido de las cartas es eminentemente descriptivo. Imagino que uno de los retos era conseguir ilustrar, a través de la edición, el interesante arco narrativo que se desarrolla en un segundo término.

De hecho, y por eso en algunas ediciones, escribí muchas notas contextualización, especialmente en los países de cultura no latina, 38 en la edición en inglés que sale esta semana. “El arco narrativo” me dio un montón de problemas: había que restaurar completamente una cronología correcta, las cartas son sin fecha, y no estaban clasificadas. Esto ha significado un trabajo muy largo y complicado.

Sólo vemos una parte de un ‘diálogo’ entre dos personas, pero el material es tan contundente que parece que no quede espacio para la réplica. ¿Cómo se imagina el contenido de las cartas de en Charles?

Creo que fue probablemente del mismo tipo: omnipresencia de fantasía, pero dependía mucho del periodo. Simone primero se deja llevar por los deseos sexuales de su amante y se somete a lo que él propone, después los papeles se invierten, y es ella quienes marca la pauta hasta que el amante finalmente se ve abrumado por tanta audacia imaginativa.

El contenido de las cartas da a entender que los encuentros entre Simone y Charles eran muy asiduos y en algunos periodos se sabe que se veían varias veces en una misma semana. Teniendo en cuenta este hecho, la extraordinaria abundancia de correspondencia resulta todavía más sorpresiva. ¿Se planteó la posibilidad de titular la compilación ‘La obsesión de Mademoiselle S.?’

No creo que se pudieran ver con tanta frecuencia, y es por eso que tenemos tantas cartas (casi doscientas, de las que he elegido unas sesenta). Los dos viajan mucho, y es cuando las cartas abundan. Cuando los dos están en París, a veces permanecen durante semanas sin verse. Él está ocupado con el trabajo y … está casado. Así que se envían pequeñas misivas, a veces cartas más largas, y se llaman por teléfono. Las disputas son habituales, e inducen nuevas cartas, incluido cuando están los dos en París.

Es evidente, estas cartas son sobre todo la historia de una obsesión. Esta es la lectura que yo haya. Pero también es la historia de una investigación a dos sobre la cuestión del género. Mi primer título fue “La inversión de los géneros”, rechazado por el editor francés para ser demasiado abstracto.

A mi parecer, una de las claves del interés que suscita la obra es este contraste tan marcado entre el carácter explícito y aplastantemente detallado de las descripciones eróticas que elabora Simone y todo aquello que no sabemos y que sólo podemos imaginar, intuir o aventurar (las respuestas de en Charles, la identidad de ambos, las circunstancias personales que los rodeaban, etc). ¿Está de acuerdo que, más allá de la posibilidad de comprender una parte de la mentalidad de la época, uno de los grandes atractivos de esta porción de realidad es precisamente el carácter incompleto de la información de que disponemos?

Comparto plenamente este análisis. Sólo podemos imaginar lo que pensaba Charles, como reaccionaba. Del mismo modo intentamos visualizar el conjunto, y compartimos el sufrimiento de no saberlo todo. El texto es sobre todo un documento de época, dirigido a interesar los sociólogos, los psicoanalistas, los historiadores dedicados al feminismo, etc. Pero también se ha convertido en contra de las intenciones de Simone en “literatura”, porque las cartas estimulan la curiosidad, la sorpresa, la compasión, los mecanismos de identificación, de irritación, malentendidos, sentimientos que nos recuerdan a nosotros mismos, y porque los personajes, a pesar de su fragmentaria profundidad, se dibujan de manera clara e interpelan la imaginación del lector.

Para acabar, ¿cuántas veces se ha visto obligado a desmentir que las cartas habían sido escritas por usted mismo?

¡Ah! Casi todo el mundo se hace, me hace, la pregunta. Esto me irritó mucho al principio, no estando acostumbrado a que pusieran en entredicho mi palabra, pero me he acabado acostumbrando. En el fondo, es normal, y lo tengo que aceptar: ¡las cartas son tan extraordinarias para su época, que es lógico que pregunten! Pero, ¿como pueden imaginar que un diplomático de 65 años, recientemente jubilado, alguien con un perfil perfectamente “serio”, se tire de hacia hacer un texto increíblemente perverso, con un vocabulario que me hizo poner rojo cuando me pidieron recientemente durante una entrevista en Francia leer en voz alta un extracto? Estas preguntas llegan a ser casi divertidas cuando se hacen sobre alguien, yo mismo, que es muy aficionado a la literatura y ha escrito toda su vida, pero que nunca ha sido interesado en la literatura erótica. Casi nunca he leído, excepto algunos monumentos como Sade, y ¡no he sido capaz de acercarme a “50 Sombras de Gray”! Este año escribí un libro que espero publicar en breve y que relata las conversaciones con los talibanes cuando dirigiría la embajada francesa en la Afganistán. Este texto es mío. No tengo nada contra Simone, pero sus escritos no son míos. En cierto modo es una lástima, porque si pudiera tener tanta imaginación, sería muy prometedor. Por lo tanto, los que me consideran el autor del libro se sentirán decepcionados, ¡porque no habrá otro similar!

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