Guy Ritchie (“Snatch, cerdos y diamantes”, “Lock Stock”, “Rock n Rolla”) quería rodar su película de espías. Y para hacerlo ha cogido una série de éxito de los 60 que narraba las aventuras de un agente norteamericano y uno ucrainés, y ha querido convertirlo en una cinta de acción llamémosle “artística”. El resultado se le queda a medio camino en distintos aspectos.
En esta adaptación, los protagonistas son Napoleón Solo (Henry Cavill), un agente de la CIA que se vio obligado a trabajar allí después de que le pillaran delinquiendo, e Illya Kurakin (Armie Hammer), un agente soviético con problemas de temperamento. Ninguno de los dos quiere trabajar con el otro, pero sus jefes han decidido unir fuerzas para que usen las conexiones familiares de una chica de Berlín del Este (Alicia Vikander) para detener los planes del clan Vinciguerra dirigido por Victoria (Elizabeth Debicki) de hacerse con una arma nuclear.
Todo ocurre a principios de los 60 con un Berlín dividido por el muro y un mundo que aún está aprendiendo a vivir en el marco de la guerra fría, con el legado del conflicto y de los naziz aún muy reciente. Y ahí se ha puesto cierto esfuerzo de producción para que todo coja identidad, desde las decoraciones al vestuario o la música, desde la apertura en que Solo debe cruzar los dos Berlín para contactar con la chica hasta los vehículos que se usan a lo largo del film.
Pero una vez establecido el escenario y el aspecto visual, Ritchie se pierde en él y no consigue que lo que debía ser una película de espías tenga el gancho y la emoción que un film del género debería tener para mantener el interés del espectador. Todo va de más a menos hasta un final francamente deslucido. Los ases bajo la manga se gastan rápido, la intriga del principio de vuelve previsibilidad y las bromas del inicio terminan en pequeños gags sin demasiada gracia. Si a todo ello le añadimos un doblaje poco acertado (alguna vez nos quitaremos de encima los horrorosos clichés de los doblajes de personajes francófonos o rusos al castellano?), el resultado aún pierde algún punto más. En conjunto la apuesta estética acaba resultando un envoltorio para un producto rígido y acartonado al que le falta naturalidad y donde todo parece ocurrir de forma forzada.
Henry Cavill como Napoleón Solo, parece más impregnado de una impropia flema británica que no de las maneras de un agente de la CIA. Armie Hammer esdeviene un reflejo palpable de los defectos del film cuando su autocontención le impide dar pie a momentos más divertidos o trepidantes. Y Alicia Vikander, que podría ser el descubrimiento del film, una vez engalanada estilosamente a la moda de los 60, acaba haciendo el rol de poca cosa más que aguantar la vela a los hombres de la función.
Ritchie ha hecho marca filmográfica con tramas alocadas, diálogos rápidos, personajes de un carismático undergound y esta eséncia vintage se le acaba conviertiendo en un corsé con el que no se mueve con naturalidad. Más si en la particular guerra de la cartelera actual debe competir con Mission Impossible o el próximo Bond, no parece que sus agentes retro tengan las de ganar.
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