Tras un encuentro sexual con un misterioso chico, Jay Height (Maika Monroe) empieza a ser seguida por una fuerza sobrenatural que puede adoptar cualquier forma humana.
El virus de la “rubia de película de terror que es castigada por su promiscuidad” ha llegado ya al cine indie. Se cambian directores con planos básicos, bandas sonoras sencillas y un asesino carismático, por amantes de la buena fotografía, los efectos sonoros alternativos y un peligro aparentemente inofensivo; pero el trasfondo acaba siendo el mismo.
La rubia en cuestión, Jay Height, interpretada por la desconocida Maika Monroe, es una chica normal que vive en un típico barrio residencial y tiene el esencial grupo de amigos (su hermana, la chica rara, el adolescente perdidamente enamorado de ella, y, en ocasiones, el chico guapo). Después de salir varias veces con un chico y preguntarse por qué él no le pide de hacer el amor, al final consigue tener sexo con él (en un coche al lado de un edificio abandonado, donde nunca se había visto hacerlo a dos adolescentes cinematográficos). Pero para su sorpresa, el misterioso chico le explica después que algo sobrenatural la empezará a seguir a partir de ahora, algo que puede adoptar cualquier forma humana. Desde ese momento la vida de Jay cambiará y se sumirá en una situación de paranoia constante.
“Piensa en una figura humana, un hombre, por ejemplo, alto, delgado, con los ojos negros. Ahora le sientes lejos, pero cada vez que pienses en él estará más y más cerca. Hasta que un día estará delante de ti.” ¿Y qué pasará cuando esté delante? Se podría preguntar alguien que oyera un relato así. En esto, que es solo un pequeño juego de niños, parece basarse “It follows” (literalmente, “Eso sigue” o “Te sigue”). Así, la película consigue crear un ambiente de horror y paranoia con momentos verdaderamente aterradores, todo basado en una sencilla premisa que juega con la mente del espectador.
Un poco al estilo de “La noche de los muertos vivientes” del maestro Romero, el inexplicable monstruo de “It follows” parece inofensivo. No corre, no trepa, no salta; simplemente camina en tu dirección. No se sabe qué quiere o qué va a hacer cuando te toque. Y eso es lo más aterrador de todo: lo inexplicable, que lo inofensivo se convierte en peligroso por el simple hecho que no se sabe qué va a hacer. Pero una idea tan buena y bien llevada en un principio, se acaba diluyendo en escenas típicas del cine de terror adolescente, personajes cliché y revelaciones innecesarias.
El toque made in Sundance encaja a la perfección con la temática. Los planos interminables mantienen al espectador en una tensión aterradora, y la música electrónica hace de lo simple algo terrorífico y de lo terrorífico algo horroroso. Aun así, intentar defender It follows se acaba convirtiendo en una montaña rusa, pues lo que la hace única y extraordinaria es eclipsado por lo que la hace común y ordinaria. Un horror indie ensuciado por el terror comercial.
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