El festival Surge vuelve a llenar las salas madrileñas de teatro alternativo. Y, como en la primera edición, no podía faltar la compañía Los Hedonistas. Tras pasar por la (lamentablemente cerrada) sala de El Sol de York con Artefacto y la participación en Una mirada diferente dentro del Centro Dramático Nacional, convierten Nave 73 en su cuartel general para decirnos muchas y muchas cosas…
Con un carácter ensayístico y recuperando el amor por los pájaros que se observa en algunos poemas de Cristina Peregrina, titulan como Cena de pájaros este espectáculo performativo que dentro de todo el caos, nos invita a la reflexión acerca de la importancia de la comida en nuestra sociedad.
“La alimentación es un fenómeno sociológico fascinante. Su estudio revela aspectos fundamentales de una época. En Cena de pájaros hemos reducido a su esencia el acto de comer y esto nos ha llevado hasta un tiempo mítico, un presente continuo que va más allá de modas o esnobismos.” Bajo esta premisa, Peregrina y David Puig nos remiten a situaciones relacionadas con este evento cultural y casi sagrado para nosotros. Con su inquietante humor nos relatan la última cena de Jesús o de un preso condenado a muerte pero con derecho a elegir un deseo culinario antes de ser eliminado en el mundo.
Y si hablamos de comida, se espera que se coma en escena también, ¿no? Pues aquí se devora hasta llegar a un punto, si se me permite, de repugnancia. Dentro de una ritualidad, de la que creo que no somos conscientes, se expone un hecho cotidiano con total justificación y que funciona como un espejo para el espectador. Nos dan a entender que atendemos más a las pocas ganas de comer que a lo que sentimos. “Comamos, comamos, aunque no nos hablemos, comamos”.
Por otro lado, no se olvidan de reciclar la belleza que suelen crear en sus funciones con el uso de audiovisuales como la proyección de búho mientras nuestros protagonistas están muertos y que me evocó inevitablemente a “El sueño de la razón produce monstruos” de Goya. ¿Pretendían advertirnos de nuestra poca cabeza a la hora de comernos cadáveres de animales? Incluso, he llegado a pensar que podría mantener alguna relación con una pieza de Rodrigo García que también remite al pintor pero es probable que sólo sea una conexión mía. Fuera como fuere, su estética y su palabra no dejan indiferente a nadie.
Comer para celebrar, comer como sinónimo de felicidad, comer como excusa para encontrarse, comer para demostrar una clase social… ¿Será verdad eso que dicen estos filósofos escénicos que para decir ciertas cosas hay que tener el estómago lleno?
Es pot veure a: Nave 73
Text: Cristina Peregrina

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