“Cerda es una obra rara, extraña, diferente, absurda, distorsionada, surrealista e improbable en la que todo o…casi todo…es posible. Milagros, delitos, faltas en un convento perdido en medio de ninguna parte, Un viaje delirante a través de la vida de unos seres perdidos y solos, atrapados en una selva de piedra y movidos por un único sentimiento: el deseo de llegar hasta el mar.”

Pocos dramaturgos contemporáneos pueden presumir de tener en cartel una de sus obras durante más de año y medio. El afortunado Juan Mairena conquista el terreno off con Cerda, reconocida como la Mejor Obra del Año por el Premio Mi Butaquita y con la Mejor Actriz Secundaria según la Unión de actores. Lo cierto es que, desde julio de 2013, esta cómica pieza no ha hecho más que dar alegrías a su autor llegando hasta Argentina.

En un convento de clausura dirigido por una estricta Sor Leona (encarnada por una maravillosa Dolly), viven unas monjas ajenas de amor y del tráfico de niñas que maneja su capitana. Con la llegada de una nueva sierva, Sabrina, se destaparan todos los secretos, fragilidades y obsesiones de esta supuesta casa de paz.

Mairena se atreve con un tema de vigorosa actualidad como el robo de niños de la mano de la iglesia. Se presenta mediante el uso de la comicidad jugando con un gran abanico de referencias que van desde la serie Homeland a Gertrude Stein pasando por Esperanza Gracia y Sonia Monroi. El inteligente tejido dramatúrgico se ha llegado a catalogar como “popsurrealista” y con cierta tendencia a caer en el absurdo pero sin dejar de contar la historia principal y bucear en subtemas relacionados con la identidad del individuo. Sinceramente, poco más puedo añadir después del prólogo de MPV (Miguel Pérez Valiente), que precede la primera publicación en papel de Cerda.

 

Cerda La casa de la portera

Desde mi humilde punto de vista, es arriesgado recomendar una obra cuando no se comparten las precariedades por las que pasa el equipo artístico. La pieza de Juan Mairena merece cinco estrellas por su originalidad, atrevimiento, innovación y sus carcajadas inevitables pero no sé hasta qué punto es ético invitar al espectador a fomentar la casi insolvencia de los actores y a crear la nueva figura autor-productor por no encontrar el medio ni el lugar en el que dar voz a su texto. El off (que en la mayoría de los casos no suele ser una fuente de ingresos) es la respuesta a la indiferencia del teatro público frente a la dramaturgia contemporánea. Conejero, Rojano, Román o Becerra son algunos de los privilegiados que esta temporada han dado vida a sus textos en un ámbito público y, desde mi punto de vista, la programación de sus piezas no debería ser algo exclusivo, sino lo cotidiano. Y para que vean que esto no es una reivindicación repentina y arbitraria, les invito a que lean las reflexiones siguientes:

“Un director se cree un héroe si consigue montar la obra de un autor contemporáneo en medio de seis títulos de Shakespeare, Chejov, Marivaux o Brecht. No es cierto que los autores que tienen cien, doscientos o trescientos años cuenten historias de hoy, por más que se puedan encontrar equivalencias. Yo soy el primero en admirar a esos autores y en aprender de ellos. Pero aunque en nuestros tiempos no existan autores de su talla, pienso que es preferible montar a un autor contemporáneo, con todos sus defectos, antes que diez obras de Shakespeare. Nadie, y mucho menos los directores de escena, tiene derecho a decir que no existen autores. Lo único cierto es que no se les conoce, porque no se les representa. Llegar a estrenar una obra en condiciones aceptables es para un autor una suerte inaudita. ¿Cómo puede alguien pretender que los autores sean mejores, si nadie les pide nada ni se preocupa de sacar a la luz lo mejor de lo que son capaces? Habría que decir que nuestros autores contemporáneos son, por lo menos, tan buenos como nuestros directores de escena”

Esta cita pertenece a Bernard-Marie Koltès y, a pesar de estar fechada dentro de la década de los ochenta, su argumento continúa siendo vigente. Fíjense que dentro de poco llega El Jardín de los Cerezos de Chejov al Centro Dramático Nacional y Cerda, aunque está galardonada y reconocida por público y prensa, sigue esperando.

 

Cerda La casa de la portera

Por suerte, las candidaturas de los Max han señalado a Cía. La Caja Negra Teatro compuesta por Mairena e Iñigo Guardamino, dramaturgo y director de piezas como Vacaciones en la Inopia o Castigo Ejemplar, yeah. Tras lo acontecido me cuestiono lo siguiente: Si las candidaturas llegan a transformarse en nominaciones, ¿los directivos de los centros del teatro On, tanto privado como público, se interesarían por exhibir sus piezas? Y si únicamente se quedaran en candidaturas, ¿seguirían en las salas alternativas por mucho menos de lo que marca el convenio? Y por último, en caso de que la primera pregunta se convierta en afirmativa, ¿debe esperar un artista escénico dos años sin ganar lo suficiente para mantenerse hasta que, mediante alguna vía como los Premios Max, sea imposible no reconocerle?
Necesitamos autores de hoy señoras (cuando se habla de Cerda, todos somos señoras). Que vivan nuestro día a día y nos lo encaren con la poesía que solo ellos saben hacer. Mejor o peor que los que han marcado la historia, pero igual de necesarios. No creo que un Chejov nos describa una pocilga con tintes eróticos y transexuales como la de Mairena. Puede que le haya inspirado de algún modo pero el clima que consigue el joven autor, el ambiente que ha rescatado de vivir en nuestra actualidad, no se encuentra cien años atrás.

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