Walt Disney Pictures nos trae una revisión del cuento que ya llevó a los cines en versión animada en la década de los 50: La Cenicienta. Ésta huye de artificios digitales y apuesta por decorados como los de antaño y un reparto de lujo.
Ella (Lily James) crece felizmente en un hogar lleno de armonía y con unos progenitores que se profesan amor infinito. Sin embargo, su idílica vida se viene abajo cuando su padre, comerciante a lo largo del ancho mundo, se vuelve a casar tras la trágica muerte de su madre. La madrastra (Cate Blanchett) y sus hijas Anastasia (Holliday Grainger) y Drisella (Sophie McShera) se instalarán en la casa familiar donde Ella las acogerá con los brazos abiertos. Pero después de la inesperada muerte de su padre en uno de sus viajes, la joven se quedará a merced de su nueva familia, celosa y cruel. Al servicio de las nada empáticas nuevas inquilinas se nos presenta como una criada desaliñada y cubierta de ceniza (por lo que será rebautizada con el nombre de Cenicienta). Aún así, no cederá a la desesperación y estará dispuesta a cumplir las últimas palabras de su madre moribunda que le dijo que debía “ser valiente y generosa”
Como en todos los buenos cuentos de hadas, siempre hay alguien que acude al rescate de la doncella mancillada. Esta vez toma la forma de una bondadosa mendiga (Helena Bonham Carter) que, armada con una calabaza y un par de ratones, cambiará para siempre la vida de Cenicienta. De la mano de Walt Disney Pictures y bajo la batuta de Kenneth Branagh
regresa esta historia atemporal de Perrault que cuenta con unos decorados deslumbrantes y un reparto de lujo.
La actriz británica Lily James interpreta a Cenicienta y Richard Madden, conocido por su participación en Juego de Tronos, al príncipe azul. Pero la que sobresale por encima de todos es la malvada madrasta (Cate Blanchett) cuyos maravillosos trajes se inspiraron en las grandes leyendas del cine de los años 40 como Marlene Dietrich y Joan Crawford, tal y como confiesan la diseñadora de vestuario Sandy Powell y la propia actriz.
De hecho el vestuario de cuento de hadas, como no podía ser de otra forma, tiene una muy fuerte presencia. Como dato anecdótico, el vestido que luce Cenicienta en el salón de baile necesitó 250 metros de tela y más de 10.000 cristales Swarovski. En cuanto a los decorados conviene decir que los escenarios se construyeron en platós sin añadidos digitales. “El realismo era mi obsesión y siempre prefiero crear platós que puedo tocar. Creo que los actores también lo prefieren a pantallas verdes, les ayuda a meterse en la piel del personaje” admite el director artístico Dante Ferretti.
Las escenas de exterior se rodaron en distintas localizaciones de Londres y sus alrededores para conseguir esa aura de realismo de época que rodea esta nueva adaptación. Para los exteriores de la casa familiar de Ella se trasladaron a un enorme parque en el campo que incluía establos, la fuente y el precioso invernadero en el jardín. Un escenario rústico y con sabor a pueblo que contrasta con los alrededores del castillo, envuelto en jardines espléndidos y fuentes barrocas.
Kenneth Branagh no arriesga, afronta este reto como el producto Disney que es y nos presenta una versión al pie de la letra del clásico de Charles Perrault donde aborda temas universales, tales como la pérdida de un ser querido, la fortaleza ante las adversidades, la bondad y el triunfo del amor. Aunque sólo fuera por los decorados de ensueño y el despliegue de alta costura merecería la pena verla.
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