La piedra oscura
10Nota Final

Existe una expresión catalana que dice “Al pot petit, hi ha la bona confitura” (En el tarro pequeño, está la buena mermelada) y, sin infravalorar a la versión de Ionesco de la sala principal del María Guerrero, el espectáculo del espacio pequeño, La Princesa, consigue dejar a una sin palabras. La mano de Pablo Messiez y las letras de marfil de Alberto Conejero construyen una pieza incapaz de ser devorada por el olvido: La Piedra Oscura.

En una mezcla de realidad y ficción, se encuentran en un hospital militar un joven vigilante y un herido sentenciado a muerte. Este último es Rafael Rodríguez Rapún, el secreto del amor oscuro del poeta Federico García Lorca, e intenta convencer al atemorizado Sebastián de que los manuscritos del poeta salgan a la luz.

Con esta propuesta, aparentemente sencilla, volamos a una España dividida por una guerra civil que, todavía hoy, tiene heridas abiertas. Conejero investiga los pasos de Lorca y su círculo y, tal y como dice en una entrevista, “se hace cargo de una ausencia asumiendo el título” de una obra perdida o nunca escrita por el artista granadino. No únicamente apuesta por recordar un título, sino que juega con el significado de éste puesto que La Piedra Oscura, era una pieza que quería tratar la homofobia de una forma más directa que El Público.

Con los buenos cimientos que propone el dramaturgo, Pablo Messiez trabaja con un equipo que consigue transmitir la idea de encierro con los bloques metálicos que predominan la escena y construye aquello que no podemos ver y que suscita al mal gracias a unos efectos sonoros. Los dos únicos actores, Daniel Grao y Nacho Sànchez, visten al montaje aportando unas interpretaciones de gran profundidad y sin estridencias. Desde las comas de Conejero hasta los silencios de Grao y Sánchez deben agradecerse por enmudecer a una platea con el nudo en la garganta.

 

La piedra oscura Teatro María Guerrero

Cada ápice de esta pieza contiene una simbología que pretende demostrar la importancia del pasado en nuestro presente. Rapún sabe que va a morir pero desea seguir viviendo en la memoria de los que lo nombren. Anhela que ni él ni los manuscritos de Lorca lleguen a caer en el pozo del olvido. Y ahí, señoras y señores, es donde a una la tocan de lleno. Justo cuando se cree en la posibilidad de trascender aquello que ha sido prohibido. Pensando en que, tal vez, leyendo la particular representación de un Romeo y Julieta entre caballos, un pez luna o un prestigitador; convirtamos en eternos a los ‘Lorcas’.


Es pot veure a: Centro Dramático Nacional. Teatro María Guerrero
Text: Alberto Conejero
Intèrprets: Daniel Grao, Nacho Sánchez


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