Cerca ya del sprint final de esta Mostra llegan Ferrara y su ‘Pasolini’, sin lugar a dudas una de las películas más esperadas de la competición y que debería estar en el palmarés final de este festival. Cuando sólo queda una película a competición por ver, la estadounidense ‘Good Kill’ de Andrew Niccol, seguimos a la espera de la gran película de esta edición.
Desde que el Festival anunció la lista de películas que competirían por el León de Oro, era indudable que ‘Pasolini’ de Abel Ferrara, la película sobre el último día de vida del polémico artista italiano, era una de las películas que más expectación habían generado.
Como era de esperar, Ferrara no recrea de forma convencional ese último día de la vida de Pier Paolo Pasolini, ni pretende hacer una investigación periodística acerca del asesinato del director italiano. En ‘Pasolini’ no hay revelaciones sobre las circunstancias en las que murió, ni hay sitio para posibles teorías conspiranoicas. Ferrara parte de los hechos ya conocidos y construye en torno a ellos una absorbente reflexión sobre la creación artística y la situación política y social de su época a través de entrevistas, cartas, voces en off… Una reflexión tan aplicable a la obra y a la personalidad de Pier Paolo Pasolini, como a las del propio Ferrara. Una reivindicación de una actitud ante la vida a favor de la libertad de actuación y de pensamiento, de la provocación, sin cortapisas, ni condicionantes morales o religiosos.
Una de las decisiones más cuestionables de la película es la utilización indistinta del italiano y del inglés, tanto en las secuencias más cotidianas – en las que la utilización del inglés en algunos casos les resta naturalidad al estar interpretadas en parte por actores italianos con un fuerte acento-, como en las reflexiones del propio protagonista, seguramente condicionada por la elección de Willem Dafoe para encarnar al director italiano, que a pesar de todo, logra una interpretación magnética. La recepción de la cinta ha sido mixta, más positiva por parte de la prensa internacional que de la italiana, pero una película como ‘Pasolini’ debería figurar en el palmarés de esta Mostra.
Y a tenor de la recepción que ha tenido entre la prensa especializada, tampoco sería de extrañar que ‘The Postman’s White Nights’ del ruso Andrej Konchalovskij, ganador ya de premios en Cannes, Venecia y San Sebastián, estuviera en el palmarés. La película se centra en la vida de los habitantes de un pequeño pueblo situado en una isla de un lago del norte de Rusia y al que sólo se puede acceder en barca.
Se trata de uno de esos proyectos con los que al leer el catálogo del festival uno tiembla y más a estas alturas de Mostra: actores no profesionales que se interpretan a ellos mismos, descubrimiento de las nuevas posibilidades de las imágenes en movimientos acompañadas con sonido, estudio sin prisas de la vida, reivindicación de la contemplación, intentar escuchar el silencioso murmullo del universo… Pero no es tan fiera la película como la pintan.
En ‘The Postman’s White Nights’, Konchalovskij ofrece una mirada de despedida a una forma de vida a punto de desaparecer. A un mundo representado por ese pueblo apartado de casi todo y en particular, por el cartero protagonista que intenta convencerse a sí mismo y al hijo de la mujer de la que está enamorado, de la necesidad de su oficio en un mundo con internet y cohetes que se lanzan al espacio. Y si bien el director ruso acierta a transmitir esa situación de final de una forma de vida sin sentimentalismo, es la descripción de esa vida la que queda en parte desdibujada por culpa de una presentación de la situación poco precisa y la adopción de opciones de puesta de escena inconsistentes.
Hace unos días, hablaba de la mala cosecha del cine francés presentado en la competición principal de este Festival. Y ‘Le dernier coup de marteau’ de Alix Delaporte, la tercera película gala a concurso, lo ha confirmado. En ella se cuenta la encrucijada de Victor (Romain Paul), un chaval de 14 años, criado por su madre (Clotilde Hesme) a la que podría perder en poco tiempo, que a la vez que conoce a su padre, director de orquesta, se le va despertando la sensibilidad por la música clásica, mientras está haciendo las pruebas para entrar en los equipos de base de un club de fútbol y se enamora de una chica, hija de españoles. Como resulta evidente por esta sinopsis, Delaporte apunta en demasiadas direcciones, introduce demasiados temas en los escasos 82 minutos de duración de la película y el problema que no acaba de centrarse en ninguno, lo que genera un aire de inconcreción que impide que la película acabe cuajando.
El chino Wang Xiaoshuai es un habitual de los grandes festivales. Con ‘Las bicicletas de Pekin’, ‘Shanghai Dreams’ , ‘In Love We Trust’, ‘Chongquing Blues’ o ’11 Flowers’ ha ganado premios en Cannes, Berlin y San Sebastián, pero con ‘Red Amnesia’ ha hecho su debut en la competición de Venecia. La protagonista de la película es Deng, una viuda de alrededor de 70 años, que empieza a recibir llamadas telefónicas anónimas. La película mezcla con acierto elementos de drama familiar, el misterio y hasta la crónica social de la China actual y la denuncia política de la Revolución Cultural y ciertas actitudes propiciadas por la misma, si bien a la película le lastra un tono excesivamente lánguido en algunos pasajes.
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