“Entrar en Macbeth es asomarse a una pesadilla universal. Una pesadilla que ocurre más allá de la codicia y la ambición de poder: allí donde el ser humano pierde el control. Donde uno actúa primero y luego piensa sobre lo que ha hecho. Los Mácbez es Macbeth traído a Galicia, en el presente, y con el protagonismo puesto en la entidad bicéfala que es este matrimonio herido y voraz.
Pero lo grave es que podría ser el gobierno de cualquier otro tiempo y lugar. Macbeth se ve con los ojos y con la cabeza, pero se recuerda en el estómago, en la tensión arterial. Porque Shakespeare no elabora una advertencia ni una moraleja para que la procesemos, sino que simplemente nos ofrece un espejo para mirarlo, como las brujas hacen con nuestro héroe. De ahí que siga siendo una función maldita y contagiosa.”
Andrés Lima tenía todos los elementos para conseguir que este espectáculo fuese un éxito y lo ha conseguido. La combinación de un texto de Shakespeare adaptado tan inteligentemente por un dramaturgo contemporáneo como Juan Cavestany, actores con una larga y buena trayectoria profesional, una puesta en escena sobria y oportuna y la propia dirección del prestigiado Lima han engendrado un cóctel explosivo capaz de estimularnos todos los sentidos (hasta el del pensar, que acostumbramos a dejarlo de lado).
Con la anécdota de la corrupción política en Galicia, nos introducen esta historia que quiere mostrar la corruptibilidad del ser humano. Este texto nos evidencia la oscuridad de las personas, todo eso que no vemos o no enseñamos pero que está presente dentro de nosotros. ¿Cuántos impulsos pasionales hemos tenido que parar por dejar que la razón domine nuestras vidas? ¿Hasta qué punto podemos parar estos impulsos? ¿De verdad que queremos pararlos? No hay respuesta correcta para ninguna de estas preguntas. Pero, seguramente, hay un nerviosismo constante por parte de la humanidad.
Shakespeare no intenta tranquilizarnos, todo lo contrario. Nos presenta a una persona que no escucha la racionalidad para convivir con los demás. Siente el ansia de poder y actúa para complacerse sin pensar en las consecuencias que pueden tener para los otros o para él mismo. La puesta en escena recibe todo este mensaje y ayuda a construir la oscuridad y la animalización que el hombre carga. Observamos a las famosas brujas casi desnudas cubriéndose la cara mientras hacen sus predicciones. Esto conecta perfectamente con la idea principal de la obra, por ejemplo como Mácbez dice: “Lo que sabe nuestro corazón que nuestro rostro lo esconda”.
La escena está envuelta por unos paneles blancos sensibles a la luz (ofrecen mucho juego con los colores) debidamente colocados que se van desestabilizando a medida que avanza la tragedia y el protagonista pierde el control total de sus acciones.
Las interpretaciones se pueden catalogar de brillantes. Una Machi y un Javier Gutiérrez que no dejan indiferentes. El resto de los actores tampoco decepciona. Aportan un trabajo arriesgado y duro en cuanto a la interpretación de varios personajes con la fuerza y versatilidad que necesitan.
Las palabras que se citan arriba de Juan Cavestany no son gratuitas. El teatro de verdad tiene que hacer sentir al espectador. Sea lo que sea. Con Los Mácbez nos queda un regusto amargo en el estómago cercano a la sensación de vómito. ¿Será por el rechazo al vernos reflejados?
No contestéis. No penséis. ¡Id a ver a la que posiblemente sea uno de los éxitos de la temporada!
Es pot veure a: Teatro María Guerrero
Text: Juan Cavestany
Intèrprets: Chema Adeva, Jesús Barranco, Laura Galán, Javier Gutiérrez, Carmen Machi, Rebeca Montero, Rulo Pardo.

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