Desde el accidentado anuncio / desmentido / confirmación de su participación en esta edición de la Mostra, ‘The Master’, la nueva película de Paul Thomas Anderson, se había convertido en lo más esperado este año en Venecia.
Por un lado, porque es la nueva película del director de ‘Pozos de ambición’, por otro porque se rumoreaba que su tratamiento de los primeros tiempos de la Cienciología había hecho enfadar a Tom Cruise, o porque se exhibía en 70mm, formato reservado únicamente ya a las reposiciones de los grandes clásicos…
Una expectación que según el conductor del vaporetto que traía esta mañana a algunos de los acreditados, ha provocado un llenazo en el barco a esas tempranas horas que él no conocía.
Pero por una vez, la expectación está a la altura de la película. Porque ‘The Master’ es lo mejor que hemos podido ver hasta ahora en Venecia. La película arranca con el final de la II Guerra Mundial y la vuelta a Estados Unidos de Freddie Quell para retomar su vida.
La primera hora de ‘The Master’ es magnífica. Puro cine en mayúsculas. Con una presentación de los personajes y de la situación brillantes. Cine porque Paul Thomas Anderson demuestra su maestría con la cámara, en la utilización del sonido, la música y las canciones… Lamentablemente, a medida que avanza el metraje, hay momentos en los que se le ven las grietas a ‘The Master’, pero a menudo vuelve a surgir el gran cine.
Y sobresaliendo sobre ese conjunto están los dos actores protagonistas: Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman. Phoenix está espléndido en el papel protagonista, siempre al borde de la sobreactuación, pero controlado y medido, como Daniel Day-Lewis en ‘Pozos de ambición’. Y Seymour Hoffman está simplemente perfecto. En un estilo casi opuesto al de su compañero. Sutil, contenido, pero lleno de detalles y de matices. Pura autenticidad. Pero cuando ambos brillan de manera especial, es en las secuencias en las que ambos intervienen. Phoenix hace brillar a Seymour Hoffman y Seymour Hoffman a Phoenix. Una magnífica labor de equipo que hace pensar que sería injusto cualquier premio de interpretación que no fuera compartido.
Después de ‘The Master’, la Mostra ha programado la primera película italiana a concurso, ‘É Stato Il Figlio’ de Daniele Cipri, adaptación de una novela de Roberto Alaimo, en la que se mezclan los tópicos sicilianos (pobreza, trapicheo, mafia, la mamma, ópera…), con un tono entre guiñolesco y absurdo y un poco de sobreactuación de Toni Servillo. A pesar de que el conjunto resulta bastante fallido, ha recibido una cerrada ovación por parte de la prensa italiana.
Y para cerrar el día, se ha podido ver ‘Fill The Void’ de la israelí Rama Burshtein, una crónica / crítica a los judíos hasídicos y su política de matrimonios pactados. Un drama costumbrista con toques de comedia, rodado casi íntegramente en espacios cerrados y distancias cortas que acaba dando demasiadas vueltas y revueltas al quién se casa con quién, que podría haber funcionado en una comedia de enredo, pero chirría en una película de corte costumbrista como ésta.
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