Hoy tengo algo que deciros, aunque todavía me duelan los oídos y el cuerpo, no puedo de dejar de contar de donde vengo, lo que he visto y principalmente lo que he escuchado. Acabo de asistir a un concierto muy especial en la historia de los propios protagonistas, que no han sido nada más que los que han estado allí arriba del escenario y los endiablados que les escuchaban abajo.
Cuarenta minutos han bastado a Crocodiles para convencer a la mayor parte de los presentes. Una historia, una vez en 2011, que empiezo así: A las diez menos diez suben al pequeño escenario del Becool, Brandon Welchez y los cuatro restantes componentes del grupo. Los mismos que actuaron como teloneros de White Lies el pasado 16 de Marzo y que ya por ese entonces nos habían sorprendido.
Me arriesgué a decir en ese momento que lo que había visto era una pura rebeldía desgarrada, una antetitisis, adrenalina primaria – rebeldes, crueles y auténticos. Hoy, después de lo que he visto, sigo pensando el mismo.
Han presentado nuevamente su álbum debut “Sleep Forever”, un trabajo con un sonido peligroso, claustrofóbico, inflamable. Se la han jugado y con fuego! Pues saben que este proyecto está en las manos del pirotécnico James Ford (productor de Artic Monkeys, Klaxons y Florence & The Machine, entre otros). Los de San Diego, unos de los apóstoles del art-punk, recrearon ayer en la pequeña sala de Becool a su proprio estilo, sonido crudo marcado en canciones como “Billy speed”, psicodélico en “Jet Boy Jet Girl” y hipnótico en su single “Sleep Forever”.
Mientras les escuchaba, no dejé de acordarme del slogan que anunciaba justo a la entrada de la sala Becool “We put de music on”. Fue justo eso lo que hizo Brandon Welchez con su desvirtuado sentido del ritmo que rompió la barrera que separaba el standard y vomitó un flagrante chorro vocal en “Stoned to Death”. Su energía se contagió rápidamente entre los primeros del frente y sin que me diera cuenta había en el recinto una vibración exquisita que nos dejó a todos aturdidos.
Nadie se movía del escenario mismo, sabiendo que los próximos minutos serian más intensos que los anteriores. Él, ajeno a todo cogió su guitarra, giró la espalda al público y coordinó con la bellísima Alianna Kalaba (batería) una entrada inflamable de la canción “Mirrors”, como si fuera un resquicio del “Transmision” de Joy Division y empezó saltando desmesuradamente en el escenario. Su guitarrista Charles Rowell, elemento indispensable y responsable en toda esta locura, no paraba de encontrar riffs minimalistas que luchaban entre la distorsión y los feedback generados por los altavoces.
La temperatura de la sala subía y todos lo sentíamos, este no era un concierto para masas, era un concierto al viejo estilo de Velvet Underground, un concierto para amigos. El más atrevido se podía subir al escenario aunque apenas lo hizo uno pues los demás sabían que ahí arriba había que espabilarse y eso pocos como Brandon Welchez lo podrían hacer. Acabada la historia con la guitarra mal herida en el suelo del escenario y después de despejar todo el repertorio de esa forma tan brutal, tan cruel, algunos como yo dejamos la primera línea de la platea y nos refugiamos en la parte de atrás, intentando coger aire y fuerzas para lo que podría venir.
En solo un par de minutos ya estaban estos kamikazes del art-punk preparándose para su primer y último bis. Y que han elegido para hacer una cover? “Beat on the Brat” de los Ramones, como no. Querían asegurarse que de la platea no salía nadie inmune, y lo han conseguido. Crocodiles son lo que son por méritos propios, no les faltan virtudes y argumentos para conquistar el protagonismo en la nueva era art-punk del momento. Y si después de todo lo que dije no os convencen, entonces solo os resta escuchar su álbum.
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