Pese a toda (justificada) sospecha previa, éste no es otro cutre caso de estiramiento de una franquicia cinematográfica más. TOY STORY 3 retoma a los personajes de las anteriores películas y aporta un montón de nuevas criaturas digitales más humanas que la inmensa mayoría de los personajes de imagen real que tienen las películas no digitales. O deberíamos ya a estas alturas decir más bien “no tan digitales”. Sobre el grado de humanidad que últimamente tienen los personajes cinematográficos prefiero no ahondar mucho, porque realmente es un tema harto deprimente.

Pero somos muy afortunados porque si algo tiene esta película es, curiosamente, humanidad a montones. De la buena y de la divertida, o sea, de la más mezquina. Los personajes habituales siguen en su línea habitual encabezados cabezonamente por ese vaquero pesado que parece ser el último reducto de fidelidad y compañerismo clásico que queda en esta sociedad nuestra. Su amigo Buzz es muchísimo más realista, ayudado por ese descerebre galáctico tan suyo que le mantiene siempre algo alejado de la realidad terrícola. El resto de los habituales compinches siguen siendo fantásticos compañeros de viaje, personajes secundarios pero no segundones, de los que hacer avanzar esta aventura total que es la película. Esto además se demuestra en una secuencia inicial de caerse de culo. Como en las películas de Indiana Jones o de James Bond… un festival de la acción así, para abrir una boca que no volverás a cerrar mucho durante el resto de la película.

Siendo cine familiar hay que reconocer que los amigos del Pixar han sabido aquí meter bastante mala leche y un montón de realismo. Hay diferentes capas, estratos dentro de la misma historia para que los niños más pequeños se queden en la anécdota, los más mayores pillen las importantes ideas que lanza la película, y los más viejos de la sala nos lo pasemos estupendamente con una cantidad de detallitos tanto de guión como de imagen que, lejos de embarullar te hacen alucinar.

Sorprende sobre todo el retorcimiento de algunos personajes nuevos, que a cualquier niño un poco avispado enseñarán aquello del “no te fíes ni de tu padre”. No es una historia negra ni un “rollito pinochesco”, tampoco se asusten. Hablo del encuentro de nuestros habituales con una pandilla completamente nueva encabezada por un osito de peluche viejo y un muñeco de niño pequeño que da realmente un mal rollito divertidísimo. El tono, sin embargo y pese a este ligero giro al tenebrismo que toma la serie, sigue siendo optimista y divertido… pero dando a la vez a los niños tremendas claves y avisos sobre cómo funciona la gente que nos encontramos por la vida, sobre los abusones, las pandillas mafiosas e incluso los tipos encantadores con un fondo de mala hostia importante.

Ese es Ken, que triunfa en la película aportando sin parar todo tipo de chistes que parecían a estas alturas hasta políticamente incorrectos. Es un complemento de la Barbie… no lo olvidemos. Su pasión por los modelitos y el cuidado personal le hacen ser un cretino muy divertido. Pero el maestro de la función ese el entrañable osito que huele a fresas. Aunque hay una cantidad enorme de personajillos de lo más divertidos.

En Pixar saben lo que se hacen, y han conseguido sin duda una película que hay que ver más de una vez. Un guión excelente, pensado al milímetro, y una realización estupenda. Les digo que es mejor que UP. Así que… no se la pierdan.

Sobre el temita de esta moda de las 3D les diré que el pase de prensa que yo vi fue en un cine con el sistema REALD, o sea: gafas polarizadas sin pila ni nada, con proyección digital. Impresionante. Nada que ver con los sistemas “rojo-azul” tan cutres. Olvídense del puñetero efecto de cristalitos en los que parece que ves un recortable delante de una pantalla… Nada de eso. Una tridimensional de lo más realista y supersuave. La película, sin duda, en 2D será igual de estupenda, eso también es cierto. Ah, y el corto que va delante… de esas pequeñas maravillas que te ríes sólo de la cara que pondría por aquí cualquier productor o juradillo ministerial ante tal propuesta casi, casi experimental. Una preciosa locura.

Lo dicho: los de Pixar son de otro planeta… pero conocen el nuestro perfectamente.

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